Río Blanco, el paraíso desconocido

A pocos kilómetros de la localidad de Campo Quijano, afamado "Portal de los Andes", se encuentra Río Blanco. El pueblito es una tranquila villa veraniega, donde los ceibos floridos de rojo, dan un cuadro impactante de belleza y color.
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Por Ricardo Alonso

Las hermosas casonas, tienen distintos estilos, y forman parte de la villa fundada por el coronel Juan Solá a fines del siglo XIX. A poco de entrar, se ingresa por una calle de ripio flanqueada por grandes árboles y de golpe aparece una capilla de estilo neogótico que está considerada como una joya arquitectónica nacional. Cuenta con una entrada de reja de hierro muy trabajado y un amplio parque alrededor. Fue construida a principios del siglo XX y tiene el año de 1914 en el frontispicio. La capilla se habilita para algunas bodas.

El ferrocarril General Belgrano, ramal C-14, corre por la orilla del pueblo de Río Blanco, en la ladera sur de la Quebrada del Toro. Muy cerca de Río Blanco está la pequeña estación o apeadero "Virrey Toledo". En la otra banda del río corre la ruta nacional 51 que se dirige a la Puna y desde allí a Chile. Según comentarios, la región tuvo su apogeo en la época en que se llevaba ganado a Chile, esto es desde finales del siglo XIX a las primeras décadas del siglo XX.

El nombre del río

Allí se habrían herrado a los toros, que previamente engordados en el Valle de Lerma, eran luego llevados a las salitreras chilenas del Pacífico, cruzando la cordillera, tal como lo inmortalizó Juan Carlos Dávalos en el "Viento Blanco", cuento que rescata la figura del famoso arriero Antenor Sánchez. Esa epopeya de la vieja Salta, donde hombres y animales se jugaban la vida para sortear las inclemencias de la cordillera, cruzando a Chile por pasos a más de 4.000 m sobre el nivel del mar, donde reinan la hipoxia, la hipobaria y la hipotermia, todavía espera ser contada y reconstruida en su total dimensión.

Forma parte de la rica historia minera, en tiempos en que Salta era la gran proveedora de ganado a pie a las nitrateras y guaneras del norte de Chile. Un sector del pequeño poblado se encuentra en una terraza fluvial antigua y otra parte en el abanico aluvial que forma el río Blanco en su ingreso al río Toro. El río Blanco corre de oeste a este y se encuentra en ángulo recto con el río Toro que corre de norte a sur.

El nombre de río Blanco se lo da la naturaleza del lecho, formado por la destrucción de finas pizarras trituradas, verdes claras, que abundan en todo su recorrido. La desembocadura tiene una copiosa vegetación de selva montana subtropical, rica en especies nativas y otras implantadas, que se mantienen todo el año por la cuña de humedad que ingresa a la Quebrada del Toro. Esa cuña, prominente en los Años - Niña, se agota rápidamente para convertirse en xerofítica y en las partes altas de los cerros en pastizales de altura. El ganado cerril ataca de forma permanente y va alterando los suelos por sobrepastoreo creando una malla enrejada de romboides de bioturbación que llevan a una desestabilización de las laderas, generación de cárcavas y erosión.

El pisoteo del ganado y la eliminación de la débil cubierta vegetal dejan a los suelos desprotegidos y fácil presa del agua y la erosión. Las cárcavas pueden progresar hasta formar grandes cicatrices de erosión y dejan expuestas las rocas frágiles del subsuelo, mayormente pizarras, las que se mueven en función de la pendiente y por gravedad para generar conos de deyección. Esos conos se ven aguas arriba del río Blanco y también en las cabeceras.

Al pie de la ladera se van acumulando los materiales pizarrosos sueltos que luego alimentan el río. Esos materiales descienden por gravedad con lo cual los materiales más gruesos caen a la base del cono y los más finos quedan en la parte superior. Los materiales pizarrosos sueltos dan lugar a los sayales o canchales que son una delicia para los que realizan ascensos montañosos ya que las bajadas por ellos acorta el viaje en tiempo y comodidad. El río trae un buen caudal de agua todo el año y es de carácter permanente. Se trata de un torrente de montaña y las aguas son frías, cristalinas, transparentes, dulces, limpias y bien oxigenadas. En verano, con la llegada de las lluvias, el río se vuelve muy caudaloso y su tránsito peligroso por la fuerza del agua.

La información de la Tierra

La geología de la región es muy simple y está compuesta en su totalidad por rocas de la Formación Puncoviscana, una entidad estratigráfica que contiene el límite Precámbrico-Cámbrico, ubicado en 540 millones de años atrás, entre los pisos Ediacariano del Precámbrico y Fortuniano del Cámbrico. Ese tiempo es importante para la historia de la vida en el planeta, ya que allí se registran los últimos fósiles y trazas fósiles de cuerpos blandos, sin exoesqueleto ni endoesqueleto para pasar a las faunas del eón Fanerozoico formadas por conchillas de braquiópodos articulados e inarticulados, trilobites y otros organismos que conducen a la mayoría de los órdenes actuales. Las rocas que se registran a lo largo de todo el río Blanco son de origen marino, depositadas en un viejo fondo oceánico de margen pasivo (como el actual margen Atlántico), en un tiempo en que los continentes se encontraban en los núcleos cratónicos de Brasil y los ríos corrían hacia el Pacífico y no hacia el Atlántico como lo hacen ahora.

Son rocas formadas por corrientes de turbidez en un viejo talud continental, que dieron lugar a las llamadas turbiditas, las que en conjunto forman el flysch. Los flysch son facies rocosas de origen sedimentario compuestas por alternancia rítmica de capas de rocas duras cohesivas intercaladas con otras más blandas friables. Esta disposición favorece la erosión diferencial, pues las capas friables son desgastadas con mayor facilidad que las capas cohesivas. Las turbiditas muestran una capa gruesa, de arenas muy finas, formadas por la corriente de turbidez, sobre las cuales descansan arcillas y que son las portadoras de las trazas fósiles de cuerpos blandos que señalamos.

Se trata de hermosas pizarras, muy tersas y lisas, generalmente verdes o moradas y en ellas hemos identificado marcas de primitivos gusanos marinos y de posibles medusas. También tapices microbianos algales fósiles. Todo ello apunta a las pizarras de río Blanco como una nueva localidad fosilífera del límite Precámbrico-Cámbrico en el norte argentino. Y además fértil para la búsqueda de esas trazas de organismos fósiles primitivos.

"Pizarrones y mazamorras"

Las rocas yacen hoy cuasi verticales por la tectónica andina que las plegó, replegó y falló. Cuando están sanas, sin clivaje, se obtienen láminas de pizarra valiosas para los techados que se hacían antiguamente. Son las mismas pizarras que los niños usaban un siglo atrás para ir a las escuelas y de donde deriva la palabra pizarrón. Esas pizarras lisas y tersas se utilizan hoy como platos de servir en la cocina gourmet. En algunas de las pizarras se han encontrado cristales cúbicos perfectos de pirita con un halo de oxidación a su alrededor. También se observan abundantes venas de cuarzo lechoso.

Es interesante ver como el río se va adoptando a los afloramientos rocosos, creando angostos. Algunas de esas angosturas han servido como diques naturales durante grandes tormentas en la cabecera del río y han generado por rotura fenómenos de remoción en masa con flujos densos llamados "volcanes de barro". Restos de esos volcanes de barro, muy característicos en el norte argentino, se ven a lo largo del río Blanco como una "mazamorra de escombros" que han arrastrado bloques enormes que van desde unas decenas de toneladas a varios cientos de toneladas. Esos depósitos se conocen como fanglomerados o cenoglomerados. Se han identificado y cubicado bloques gigantes de 100, 200 y 300 toneladas de peso, que están en las orillas o en el propio cauce del río.

Es interesante señalar que bloques procedentes de la Formación Corralito, un conglomerado marino que se depositó luego de la Formación Puncoviscana y que se creía que eran propios y únicos del río Corralito, aparecen por doquier en el río Blanco. Incluso algunos mostrando una fluidez como una masa de pan de navidad y arrastrando en su interior rodados de rocas silíceas del tipo de los sílex o ftanitas. Para el ojo avizor es como estar parado metafóricamente en el fondo de aquel viejo océano a miles de metros de profundidad y puesto a disposición del observador por la metamorfosis andina.

En la mitad de su recorrido superior el río corre fuertemente encajonado en esas rocas del basamento antiguo. Luego el relieve se vuelve más plano por la influencia de grandes terrazas formadas durante el Pleistoceno y que representan los acomodamientos del río Toro y su abanico aluvial afectados por la tectónica de las sierras que limitan el Valle de Lerma en su cara occidental. Muchas de esas terrazas, que se ven muy bien en la entrada a la Quebrada del Toro, se formaron al menos en el último medio millón de años. La abundancia de vegetación viene acompañada por una rica avifauna con grandes bandadas de loros, palomas, urracas, jotes, bandurrias, tijeretas, carpinteros, halconcitos, caranchos, zorzales, arañeros, chingolos, calandrias, jilgueros, yapús, naranjeros, benteveos, lechuzas, tordos y muchos más.

Río Blanco es otro de los paraísos salteños que se destacan por su notable flora, fauna y gea.

Fuente: El Tribuno

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