La escuela posible en las comunidades originarias
El lunes 22 de agosto, la escuela de Salar de Pocitos, en el departamento Los Andes, retornó las clases en un clima de mucha emotividad. La esperanza se renovó en las aulas, que hace 4 años estaban casi vacías, cuando la combinación de buena voluntad y trabajo mancomunado dentro de la mesa social, conformada por la comunidad del lugar y una empresa minera, hicieron de ésta, una posibilidad tangible y nítida.
Cuando la educación es compromiso de todos, las posibilidades se transforman en realidades. Dos aulas nuevas, totalmente equipadas por la minera Posco, serán las primeras herramientas para apalancar el crecimiento de una matrícula que viene en aumento, luego de la incertidumbre y el panorama sombrío de un lugar que hasta hace poco era casi un pueblo fantasma. Ahora, muchos sueños por cumplir están en marcha.
Sabemos que la escuela está siempre vinculada a la comunidad, espacio social que la rodea. Sus aulas son habitadas por niños, jóvenes y familias que provienen de diversos contextos culturales y sociales y que conforman ese ámbito social. Los modos de organización escolar se definen teniendo en cuenta la ubicación geográfica, las condiciones climáticas, los rasgos de las comunidades que a ellas asisten, las condiciones sociales, económicas, culturales de sus poblaciones, ajustándose a las necesidades de las familias y de los niños que ocupan sus espacios.
La escuela N° 4.332 "7 de Mayo" necesita también un espacio para el Nivel Inicial, con una docente que los acompañe, para cubrir las necesidades de los pequeños que transitan esta etapa de formación. Ese fue el pedido formal que la cacique de la comunidad colla de Salar de Pocitos, Cintia Fabián, efectuó públicamente ante las autoridades educativas presentes en el acto de apertura de las escuelas de verano. De acuerdo a las palabras de Fabián, "todos sabemos que las salitas de 4 y 5 años son fundamentales para que los chicos puedan avanzar con el resto de la educación primaria". Más allá de la respuesta, el efusivo pedido dejó ver una clara posición de la comunidad originaria sobre la necesidad de la educación inicial en esos ámbitos. Al margen de ello, no debemos olvidar los derechos de las infancias en los contextos rurales. ¿Por qué no atender a una franja etaria tan vulnerable como lo es la población de niños entre 3 y 5 años? La educación en la diversidad solo puede basarse en vínculos de equidad que garanticen, a todos los sujetos, la preservación de sus derechos a la identidad, a la educación y a la libertad.
En el ámbito rural la tarea es doble porque, al mismo tiempo que se debe expandir la cobertura y obligatoriedad de los servicios del Nivel Inicial dando respuesta a los requerimientos y características de la población, se necesita fortalecer la identidad de ese rango. Es importante entonces enfatizar la intencionalidad educativa del Nivel, reconocer que se enseñan contenidos y comprender las posibilidades de aprendizaje de los niños pequeños, desde todo lo que pueden aprender en los primeros años. Para asegurar a todos el logro de estos objetivos, y en el marco de una educación para la inclusión social y que los reconoce como sujetos de derecho, resulta necesario identificar las barreras para el aprendizaje y la participación, a fin de minimizarlas. De esta manera, se podrán ampliar las condiciones requeridas para fortalecer la inclusión socioeducativa, de modo que se garantice igualdad de oportunidades para todos.
Educar es abrir los ojos, la mente y el corazón. Un deseo compartido: que sea posible la sala de Nivel Inicial, los proyectos, crecer, despertar.
Fuente: El Tribuno / Mariana Comba