La minería crece como un alud mientras Elon Musk llega a la Puna

«Queremos a la AFIP en nuestro pueblo«. Contraintuitivo, Luis Vacazur encabezó hace una década el reclamo de una comunidad originaria de la Puna en Salta para que la ex Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), hoy Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) se acercara hasta San Antonio de los Cobres y más allá, hacia el oeste de la provincia.
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La inscripción en la ex AFIP significaba, ni más ni menos, «ser alguien» económicamente listo para dar servicios a la minería, la actividad que crece como un alud en el norte de la Argentina, otro sector que puede complementar al campo y a Vaca Muerta para generar trabajo, exportaciones y sumar dólares al Banco Central (BCRA).

Vacazur es fundador y dueño de Grupo Vacazur Hermanos (GVH), una empresa de tamaño mediano líder en provisión de servicios de logística para la minería, y organizó para distintos medios una recorrida por algunos de los principales proyectos de Salta, de la que Clarín participó hace dos semanas.

Chile, el espejo para la minería

La oportunidad para el país está ahí, en los salares o en el medio de la Cordillera de los Andes. Chile exporta cada año unos 50.000 millones de dólares solamente en cobre y cerca de US$ 60.000 millones con todos los productos mineros. Es más que todo el sector agroindustrial de la fértil Argentina, cuyas ventas mineras al mundo alcanzaron en 2024 su mejor registro de la última década: apenas US$ 4.669 millones.

Hay una frase que se repite en los círculos petroleros y mineros. «Del suelo para abajo el recurso es bueno; el problema es lo que está del suelo para arriba: nosotros«, dicen con ironía para graficar la inseguridad jurídica, los cambios legales, normativos y económicos constantes del país y también la frágil infraestructura vial y ferroviaria.
Cuenta el fundador de GVH que le costó hacerse escuchar en las oficinas donde se decide el rumbo de la minería, tanto en Salta capital como en la Ciudad de Buenos Aires, pero en los últimos 10 años juntó a 200 emprendedores en la Cámara de Proveedores de Servicios Mineros y Turísticos de la Puna (Caprosemitp) y su voz ganó fuerza.

Desde allí se ocupa de preparar a los proveedores, darles educación financiera y tributaria para poder presentarse a licitaciones y ser competitivos, pero también junto a sus colaboradores hacen cursos de cómo hacer un currículum, cómo presentarse a una entrevista y capacitaciones de emprendedurismo. «Sacamos a muchos chicos del asistencialismo«, cuenta Luis junto a su hermana Vilma Vacazur, dueña de los colectivos Nuevo Bus, que transportan a los mineros hasta los principales proyectos para sus turnos, que suelen durar 14 días.

Noelia Sandoval es enfermera y está en «guardia pasiva». Faltan pocos días para que tenga que volver al campamento minero, pero acompaña a este grupo en su recorrida. Deberá asistir a dos cronistas por apunamiento y una pequeña lastimadura en un dedo, y se ríe de que esos pequeños inconvenientes justificaron su trabajo.

Estar 14 días sin ver a nadie más que a los compañeros de trabajo es duro. «En la operación, todos los días parecen lunes. Nos damos cuenta cuando es domingo porque hay asado«, relata Noelia, y recuerda una frase motivadora: «No cuenten los días; haz que los días cuenten».

Hay decenas de servicios que necesitan las mineras: logística, catering, alquiler de baños, lavandería, comunicación y kioscos, que son «el corazón» de un proyecto, ya que funcionan como el lugar de esparcimiento, donde se miran los partidos por la televisión, se juega al metegol y se comparte el café y las comidas.

Un día, durante el gobierno de Alberto Fernández, a Luis Vacazur lo invitaron para discutir la «nacionalización del litio«. «¿Por qué no nacionalizamos el campo?», propuso con sarcasmo en una de esas mesas. Los funcionarios nacionales y los gobernadores abandonaron luego eso idea.

El RIGI, un cambio de época

El Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) aprobado el año pasado dentro de la Ley Bases procura blindar a las empresas de esos vaivenes y es bienvenido no solo por las grandes multinacionales tentadas a destinar miles de millones de dólares, sino también por algunos de los proveedores que se ilusionan con un crecimiento para los próximos 30 años.

Una de las empresas extranjeras que está a punto de avanzar es First Quantum en el proyecto de cobre Taca Taca, llamado así por la cercanía con la estación Taca Taca (que en quechua significa «golpe, golpe«), ubicado a 35 kilómetros al este en línea recta de la frontera con Chile, y a la misma distancia hacia el oeste de Tolar Grande, la localidad más cercana, frente al Salar de Arizaro.

El proyecto está en etapa de factibilidad y podría producir a partir de la próxima década unas 250.000 toneladas anuales de cobre, con inversiones por 3.700 millones de dólares en 4 años, desde que consigan los permisos ambientales de la provincia. Es el más grande de Salta y sus ejecutivos confían en que el RIGI resuelve gran parte de los problemas económicos -cepo al dólar, devoluciones de IVA- y jurídicos -nuevas retenciones a las exportaciones, por caso- de un proyecto como éste, pero advierten que falta.

La licencia social, es decir, el pulgar para arriba de los habitantes, es fundamental. Las empresas tienen que trabajar todos los días con las comunidades para ser francos, contarles qué recursos naturales usarán -el uso del agua siempre está en cuestión-, qué impacto positivo tendrán los desarrollos y qué dejarán al pueblo cuando se termine su vida útil.

Más avanzada está Río Tinto, la segunda mayor minera del mundo, que acaba de pedir su ingreso al RIGI para el proyecto de producción con extracción directa de 60.000 toneladas anuales de carbonato de litio en grado batería en el Salar de Rincón, a 37 kilómetros del Paso de Sico -la frontera con Chile, hoy cerrada excepto para camiones mineros de gran porte-, con inversiones por unos US$ 2.700 millones.

En la capital de Salta, la firma montó un centro de entrenamiento de primer nivel. Los mineros necesitan estudios médicos completos, que cuestan más de $ 1.000.000, para estar aptos. Se mide hasta cómo respiran y cómo duermen. Se los entrena ante riesgos de accidentes y se estudia cómo reaccionan en espacios confinados ante simulacros de peligro.

Eramine, del grupo francés Eramet, acaba de sacar sus primeras 40 toneladas de carbonato de litio del Salar Centenario – Ratones, en una travesía logística de casi 48 horas.

La mayoría de los proyectos ocurren a entre 4.000 y 4.600 metros de altura sobre el nivel del mar, en zona desértica, donde falta el aire y la vida cotidiana se desarrolla en cámara lenta, para no apunarse. Hay otros problemas de la naturaleza que complican los trabajos.

Es el sábado 15 de febrero a las 18.45 horas. Kilómetro 46 de la Ruta Nacional 51. Las nubes de tormenta vienen amenazando hace un rato detrás de la Quebrada del Toro. De repente, tras una curva, se forman 5 cuadras de fila de autos, camiones, camionetas y combis. «Nooo, mirá», se escucha.

Un alud de piedras y barro que viene desde 3.300 metros sobre el nivel del mar, 1.100 metros más arriba que la ruta, sepulta el pavimento, corta la traza y hace imposible seguir camino. La principal ruta minera, por donde ya sale el litio de Salta hacia el puerto de Rosario, está cortada. Los automovilistas tienen que estar atentos al rugir de la montaña. Una distracción puede costar quedar sepultado o arrastrado por esa fuerza incontenible.

Serán varias horas y también múltiples cortes. No queda nada para hacer más que esperar. No hay señal en las inmediaciones de las localidades de Ingeniero Maury y Chorrillos. Starlink, la internet satelital de Elon Musk, se vuelve un aliado vital.

El dueño de Tesla y de la red social X (ex Twitter), hoy funcionario del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sueña con llegar a la Luna. Antes llegó a la Puna. Su despliegue va haciéndose masivo en zonas incomunicadas. La antena de Starlink es estratégica para mantenerse conectado con el mundo y dar aviso de cualquier desafío, sobre todo en una industria como la minería, que pone al tope de sus prioridades la seguridad en las operaciones.

Si en 1980 hubiera existido la internet de Elon Musk, el «Barba» Manuel J. Castilla no hubiera escrito «Pastor de Nubes» a Leopoldo Barboza, un habitante de Santa Rosa de Tastil. Cuenta la historia que Castilla quedó atrapado en una nevada que cerró la ruta durante más de 20 días. Sin otra cosa para hacer, compartió vinos y caminatas con Barboza, que hoy tiene 84 años, y le dedicó un folclore.

Vacazur, enterado de este inconveniente, pega la vuelta hacia el puesto de Gendarmería para dar aviso del corte y poner en marcha el «Operativo Rescate«, con el llamado a las máquinas de Vialidad Nacional.

Hay tres opciones: esperar que las retroexcavadoras hagan su trabajo en «3 o 4 horas»; volver 100 kilómetros hacia atrás para dormir en San Antonio de los Cobres o ir hacia Salta mediante una ruta alternativa que tomaría entre 7 y 8 horas e implica retroceder hacia San Antonio de los Cobres, atravesar las Salinas Grandes en Jujuy, bajar la Cuesta del Lipán hacia Purmamarca y transitar las rutas 9 y 34. GVH trabaja siempre con planes A, B y C ante cualquier inconveniente, en esta travesía con periodistas o cuando saca el litio de la Puna.

Finalmente la elección es por el plan A: esperar. Solo queda sacar fotos y videos del alud, que avanza con fuerza sobre el pavimento oculto abajo del barro. Cien metros al costado de la ruta corre la vía del ramal C14 del Tren a las Nubes, que hace tiempo dejó de funcionar entre Salta y San Antonio de los Cobres. Se puede subir a las vías y cruzar caminando un puente sobre el río Toro para ver desde arriba cómo sigue el trauma. El chofer de la combi y un ayudante hacen ese camino a pie unos 10 kilómetros -ida y vuelta- para traer café, té y galletas.

Algunos pocos valientes trepan la pendiente con sus motos para saltear el alud. Será en vano: más adelante hay otros tres cortes peores. Uno de los aludes se llevó puestas las vías del tren, que operaban como ruta alternativa.
A las 20.15, una hora y media más tarde del corte y casi cuando cae la noche, llega la primera máquina de Vialidad Nacional, que es recibida con una mezcla alivio y euforia por el centenar que quedó varado. Desde el otro extremo, a 200 metros, viene una retroexcavadora más. Mientras tanto, en Salta capital, se escribe la historia del héroe nocturno.

Las máquinas tardarán 2 horas y media hasta liberar la ruta pero solo podrán pasar autos livianos y 4×4. El contingente abandona la combi y se sube a una de las camionetas de auxilio de Vacazur en dos tandas para cruzar dos cortes. Debajo del puente rojo hay un rezo: «Padre Chifri, bendícenos…», le pidió un anónimo a Sigfrido Maximiliano Moroder, un sacerdote que llegó en 1999 a la Quebrada y murió en 2011, a sus 46 años.
El segundo alud, pasando Chorrillos, no tiene barro, pero las rocas sacuden los neumáticos y hacen golpear en la cabeza a más de uno contra el techo de la 4×4. A las 23.20 hay una nueva detención sobre el kilómetro 41. Es imposible avanzar. El barro ocupa unos 200 metros de traza y otra máquina trabaja en soledad, hasta que llega una nueva retroexcavadora de auxilio.

Hay alguien que se rebela. Cuando la lluvia vuelve a amenazar con arrastrar otro alud de las laderas montañosas y parece que la calzada ya es apta para transitar, baqueanos de la zona descartan otra opción: cruzar caminando y embarrarse para seguir camino en otros vehículos de auxilio.

Una camioneta se manda sin autorización y queda incrustada contra una montaña de barro. Es casi la medianoche, ya pasaron 5 horas del primer corte y cunde el cansancio y la desesperanza.

La máquina de Vialidad tiene la asistencia de otro operario más, que con su retroexcavadora junta kilos de barro a apenas un metro de esa camioneta y los arroja al costado de la ruta. «Primera, segunda, primera, segunda», es la técnica que deben manejar en un espacio muy reducido para levantar el corte y no chocar ni ensuciar al vehículo rebelde.

Cuarenta y cinco minutos más tarde la pesadilla llega al final. «Gutiérrez, Hugo» es el nombre del «héroe» -uno de varios, apenas- que despejó el último corte. Hace 18 años que trabaja en Vialidad Nacional. Estaba descansando en su casa de Salta cuando lo llamaron y le avisaron que lo iban a buscar a su domicilio ese sábado a la noche para calzarse el uniforme y subirse a la máquina.

Cuentan quienes conocen el paño que el ajuste fiscal que emprendió el gobierno de Javier Milei, exitoso para bajar la inflación, tuvo como uno de sus principales pilares el fin de la obra pública.

En Salta el Gobierno nacional solo destinó en 2024 unos $ 261,59 millones para el funcionamiento y la reparación de máquinas y caminos contra $ 326,3 millones del 2023, según los datos oficiales publicados en Presupuesto Abierto. Un ajuste en términos reales cercano al 65% interanual, con efectos concretos: a veces no alcanza ni para ponerle combustible a las máquinas de Vialidad.

Por eso hay conversaciones entre el gobierno provincial, encabezado por Gustavo Sáenz, la Nación y las empresas mineras para que Vialidad Nacional transfiera la ruta 51 y poder gastar más en infraestructura, una de las tantas cosas que está «del suelo para arriba», con financiamiento de organismos internacionales.

De la resolución de estas problemáticas, así como de los permisos ambientales, la licencia social y los precios internacionales de las materias primas, depende la decisión final de inversiones multimillonarias.

Fuente: Clarín

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