Alonso: Minerales críticos de ayer, hoy y mañana
Por Ricardo Alonso
Desde los propios orígenes de la humanidad surgieron las rocas y minerales críticos, más allá de sus acepciones y definiciones modernas de "críticos", "estratégicos" "esenciales" y otras.
El hombre primitivo obtuvo un salto evolutivo cuando pudo manejar rocas silíceas cuya fractura concoidea le dieron un filo cortante a sus armas y herramientas. El arma de caza fue la proyección del brazo que le permitió doblegar animales del doble de su tamaño. También esas rocas, especialmente el pedernal, le permitieron generar chispas y encender fuego.
El fuego
El fuego le permitió mejorar la digestión de los alimentos y obtener metales líquidos en un nuevo salto evolutivo. Comenzó a fundir cobre y más tarde, gracias a las aleaciones alcanzó el dominio del bronce y una nueva edad. Los ocres de hierro y manganeso, con sus llamativos colores rojos, amarillos y negros, le sirvieron para adornarse, pintar a sus muertos y decorar sus cavernas. Cada uno de esos minerales, les iban siendo críticos, esenciales y estratégicos como los vemos en la visión actual. Luego le llegaría el turno al hierro, cuando insuflando aire y buscando fundentes, logró superar el punto de fusión de las menas siderúrgicas.
El hierro era superior al bronce en su uso como armas y más aún lo sería el acero. Incluso el acero llegó a ser más sofisticado en unas civilizaciones que en otras y ello explica la proeza de como 30 españoles vencieron a 1.000 samuráis japoneses en la batalla de Cagayán en 1582 en las Filipinas. Allí vencieron la tecnología, el coraje y los mejores aceros. De vuelta, el viejo pedernal sirvió para frotar el mecanismo de las primitivas armas de fuego encendiendo la pólvora y disparando municiones letales. También esas viejas armas usaron en sus percutores cristales de pirita con el mismo fin, encender la pólvora, cuando el percutor de hierro golpeaba sobre el cristal. El nombre de pirita hace alusión a "pyros", esto es fuego y de ahí derivan todas las palabras relacionadas con pirotecnia, piroelectricidad, o pirómanos, para designar a los irresponsables que prenden fuegos intencionales.
Y ya que estamos en el tema, esa pólvora era la negra, formada por sustancias simples como el azufre, potasio y carbón. Mezcladas en su justa medida daban lugar a una sustancia explosiva. El punto era cómo proveerse de las tres al mismo tiempo. El azufre había que buscarlo en ambientes volcánicos donde existen sofiones o solfataras. El potasio provenía de sales de plantas alcalinas en unos casos o bien de esos gigantescos depósitos de nitro de las salitreras del norte de Chile. El carbón podía ser de los depósitos viejos de carbón de piedra o a partir de maderas quemadas en ambiente reductor. La calidad de la pólvora dependía de la calidad de las materias primas obtenidas.
El poder de la pólvora
A mejor pólvora, mayor potencia de fuego. A mayor potencia de fuego, mayor poder. Como dijera algún estadista, "Las plumas que escriben sobre el desarme están elaboradas con el mismo acero que los cañones". O el afamado supremo del Paraguay, Gaspar Rodríguez de Francia, quien señalaba que "Para guardar las fronteras, los mejores santos son los cañones"; en respuesta a uno de sus comandantes, cuando este le pidió permiso para poner una fortaleza bajo la advocación de un santo.
Rodríguez de Francia estudió con los jesuitas en Córdoba (Argentina) y luego se transformó en dictador supremo del Paraguay. Todavía lo recordamos porque tuvo preso diez años al compañero de Humboldt, el sabio francés Amado Bonpland y también a los salteños que navegaron en 1826 por el Bermejo en la expedición de Pablo Sardicat Soubiret de Soria Pueyrredón, más conocido como Pablo Soria y por el nombre del hospital de Jujuy. Hospital que donó por despecho de la herencia que le correspondía a una de sus hijas la que se casó por amor y sin su permiso. Bueno, ya nos fuimos del tema, pero volvamos a los cañones y a José de San Martín. El padre de la patria sabía que para llevar a cabo la emancipación americana de las naciones del sur hacían falta metales. Por ello mandó a explorar las montañas de Mendoza y San Juan, para que su amigo fray Luis Beltrán tuviera suficiente metal para fundirle los cañones que necesitaba.
Nuestro Marqués de Sade
La potencia de fuego hizo necesario el uso de otros metales y por ello durante la Segunda Guerra Mundial se volvió crítico el wolframio o tungsteno. España fue uno de los proveedores al Eje de ese metal, el cual yacía abundante en las pircas de cuarzo de los potreros de Castilla La Vieja. Y también Argentina proveyó wólfram de las sierras de Córdoba y San Luis, lo que hizo parte de la fortuna de Barón Biza. El mismo Barón Biza que se convirtió en nuestro Marqués de Sade doméstico, que se suicidó él y toda su familia, que escribió obras terribles como "El derecho de matar", que levantó un monumento gigante en Córdoba que representaba el ala de un avión por su mujer norteamericana fallecida en un accidente de aviación, luego de que tuvo un accidente en Salta con su avión Chimango. El mismo Barón Biza que entrenó al artista surrealista boliviano Benjamín Mendoza y Amor Flores para que atentara en Filipinas contra el papa Paulo VI, quien se habría salvado de las cuchilladas por las ínfulas, esas cintas anchas que cuelgan de la mitra episcopal. Perdón por escaparme del tema pero la historia es apasionante cuando se rescatan los entramados anecdóticos.
La Edad de Mendeléiev
Y ya que estábamos hablando de guerras y balas, no hay que olvidarse del plomo cuyas minas se activaron durante las dos guerras mundiales y se volvió crítico. Tanto para las balas, como para las soldaduras de las latas de estaño que conservaban la carne y otros alimentos. El frigorífico Swift de Argentina proveyó millones de latas de carne envasada que fueron a los frentes de combate de la contienda europea. Sin olvidarnos que el crítico estaño provenía de Bolivia donde generó las enormes fortunas de los "Barones del Estaño", los Aramayo, Hochschild y Simón I. Patiño, que pasó a la historia como el "Rey del Estaño".
El mismo Simón Patiño que cuando sus obreros mineros alcanzaron la veta expresó aquello de que "ojalá que no sea plata" y cuando arrojó su pullover de llama y vio que en lugar de engancharse se deslizaba suavemente por la cara metálica limpia de la voladura sabía que su destino económico estaba sellado. Al punto de volverse entonces el hombre más rico del mundo, casar a sus hijos con nobles europeos, comprar mansiones para todos ellos en los lagos suizos y regalarle a su mujer el mayor diamante en venta en aquel entonces.
Antes de los Barones, el Cerro Rico de Potosí derramó plata a raudales disparando el Siglo de Oro español y el capitalismo. La metalurgia de la plata tenía un metal crítico, el azogue, viejo nombre del mercurio. El mismo mercurio, hidrargirio o plata líquida que los romanos explotaron hace 2.000 años en Almadén (España). Mercurio que hoy está prohibido en la mayoría de sus usos y que llegó a utilizarse ampliamente, ¡incluso en medicina!
Los tiempos y uso de los elementos minerales cambian con el fluir de las civilizaciones. Desde el pedernal al chip de silicio. Desde un uso restringido antes de la Revolución Industrial hasta el uso actual de toda la Tabla Periódica de Mendeléiev. Desde la Edad de la Piedra pasando por el calcolítico (cobre), bronce, hierro, aluminio, acero, uranio, silicio, Tierras Raras, etcétera hasta la actual etapa que he dado en llamar "Edad de Mendeléiev". Donde un simple celular utiliza la friolera de 31 elementos químicos. Donde no solamente utilizamos los 92 elementos originales desde el hidrógeno al uranio, sino también algunos transuránicos, tal como el americio. ¡Y pensar que hace un siglo atrás la radio funcionaba con un simple cristal de galena! Y hoy estamos en la etapa de los superconductores en el marco de la energías limpias, electromovilidad, informática, robótica, drones y otros avances increíbles en el campo de la tecnología moderna.
Donde además de las Tierras Raras juegan un rol esencial los elementos raros como el galio, indio, germanio, cadmio y cesio. El petróleo no valía nada hasta Edwin Drake y su pozo comercial en Pensilvania de 1859 y hoy representa las gigantescas fortunas de los emiratos. En contraposición lo crítico eran los nitratos y los fosfatos de la costa chileno - peruana donde se creó un imperio para la explotación de esas sustancias. Miles de barcos partían desde la costa pacífica para llevar esa carga de nitrógeno, fósforo y potasio (NPK) para fertilizar los suelos exhaustos de Europa. Hasta que a un alemán se le ocurrió comprimir aire y obtener el nitrógeno, dejando al norte de Chile en la extrema desolación. Y para mayor desgracia para unos y gracia para otros, se descubrieron en las puertas de Europa los fosfatos marroquíes.
Por nuestra matriz agrícola - ganadera, los NPK se constituyen en elementos críticos. Como también es crítico el uranio que importamos para abastecer nuestras centrales nucleares aun cuando tenemos yacimientos vírgenes en nuestro territorio. Y cuando uno cree que está todo dicho aparece un científico de la NASA que asegura haber encontrado en el fondo del océano Pacífico ¡esférulas de una rara aleación de berilio -lantano -uranio, procedentes de una civilización alienígena extrasolar!
Fuente: El Tribuno