Los rusos, la guerra y la batalla por el litio boliviano
Rafael Sagárnaga
Energía nuclear y litio, esas eran las áreas en las que Rusia quería entenderse con Bolivia ya en el año 2014. Corrían los tiempos de la bonanza gasífera y el Gobierno de Evo Morales tejía alianzas con regímenes no muy del agrado de los Estados Unidos. La lista se amplió, por ejemplo, a Irán, Siria y ya antes había registrado a Libia, Cuba y Venezuela. Con Rusia, los acuerdos llegaron al borde de un sofocón internacional porque las primeras conversaciones proyectaron nada menos que un poderoso reactor nuclear.
Fue cuando empezó a sonar en Bolivia el nombre de la empresa estatal Rusa Rosatom. Se trata de un coloso en el mundo en lo referido a energía nuclear. Constituye una corporación que suma 350 empresas nucleares e institutos de investigación y tiene 70 años de antigüedad. Entre otras marcas, genera el 40 por ciento del mercado mundial de enriquecimiento de uranio y el 17 por ciento del mercado de combustible nuclear. Ya entonces la Rosatom puso sus ojos en Bolivia y no sólo en la posibilidad de desarrollar proyectos de energía nuclear, sino, sorpresivamente también en el litio.
“Hemos analizado técnicamente la viabilidad del llamado programa de energía nuclear en Bolivia (...) —dijo el presidente Evo Morales el 2 de octubre de 2014—. Esta energía nuclear con fines pacíficos estará en el departamento de La Paz, se estima al 2025, con una inversión de más de 2 mil millones de dólares, que serán garantizados”. Ya en su informe de gestión del 22 de enero había calificado el desarrollo de la energía atómica como una “prioridad estratégica” del Estado boliviano.
El entusiasmo y decisión del Gobierno con el proyecto de energía nuclear resultaban evidentes. Los primeros acuerdos con Rosatom se rubricaron en El Alto, en la fecha aniversario de aquella ciudad. Los pactos ruso-bolivianos incluían puntos relacionados al enriquecimiento y exclusiva prospección de uranio y el manejo de residuos radioactivos en el país. Valga además destacar que el 6 de marzo de 2016 esos acuerdos no los rubricó cualquier ejecutivo ruso. A la cita de El Alto llegó Sergei Kiriyenco, ex primer ministro de Rusia entre marzo y agosto de 1998, para más señas.
Fuente: Lostiempos.com