El año pasado, Chile exportó 45.000 millones de dólares en concepto de minería. Argentina, menos de 4.000 millones. Le preguntaron a Miguel Pesce qué pasaría si ingresaran 40.000 millones más por año al Banco Central y respondió “se acabarían mis problemas”. Argentina y Chile comparten la misma cordillera de los Andes. Que no contemos con esos recursos para sacar a millones de personas de la pobreza es, por error u omisión, una decisión nuestra.

Cuando alguien cuestiona la minería le pregunto: “Nombrame una sola cosa que tengas en tu casa y no esté hecha con minería o haya llegado allí gracias a la minería”. El silencio es la única respuesta. “El problema de la minería es de comunicación” se suele decir. En realidad el problema es que “la minería” es tan esencial en nuestras vidas que algunos consideraron innecesario recordarlo. Hablamos de generación de consensos y de licencia social para recuperar una industria esencial a los orígenes de nuestro país: Argentina significa literalmente “Plata”. Un recurso que abunda bajo nuestro suelo y hoy algunas legislaciones impiden extraerlo.

Si el problema fuera “la contaminación”, la minería estaría prohibida en Australia, Canadá. Noruega, USA, Chile y Perú. Pero no. Ellos producen con rigurosos controles. Solo en un país con un crecimiento vertiginoso de la pobreza nos damos el lujo de prohibir lo que todo el mundo desearía tener. El verdadero desafío pasa por saber explicarle a cada argentino y argentina por qué es tan importante eso con que se hacen las heladeras, los trenes y los teléfonos. Y de qué manera podemos producirlo reduciendo su impacto ambiental.

Si lo sabemos explicar bien, todos los días de manera sostenida, clara y didáctica, es posible que en el futuro haya más Argentina (plata) y menos pobreza.

Fuente: Perfil