El alimento de más de 5000 años que vive un boom internacional y se cultiva en la Puna

Salta 21/02/2022 Por Minería Sustentable
Apenas en los últimos años comenzó en el país la expansión del cereal que tiene un gran potencial no solo en el NOA sino también en otras regiones productivas.
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Por Gabriela Origlia

La quinoa vive, desde hace unos ocho años, un boom de demanda mundial. Este alimento de más de 5000 años de antigüedad cultivado por las culturas precolombinas andinas tiene grandes posibilidades de extenderse en la Argentina, no sólo en la puna, sino en todo el país. Alrededor de 75% del volumen total que se comercializa en el planeta proviene de Perú (primero en el ránking) y Bolivia.

Por su adaptación a diferentes climas (sobrevive a las heladas, a las altas temperaturas, a la escasez de oxígeno en el aire, a la falta de agua y a la salinidad alta), el cultivo se diversificó y se produce en unos cien países en el mundo. En total, según los datos de distintas fuentes regionales, son unas 180.000 toneladas anuales sin contemplar China, que está dando un “salto”.

Para la Argentina no hay números detallados de hectáreas y toneladas cultivadas; de hecho no estuvo inscripto hasta 2013 en el Código Alimentario Nacional. Sí hay consenso de que en desde 2016 hay un incremento significativo en las cantidades producidas, pero todavía a escalas pequeñas.

Daniel Bertero, ecofisiólogo en cultivos de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Buenos Aires, calcula que hay unas 1000 hectáreas entre Buenos Aires y el sur, a la que se suman las pequeñas producciones del norte. Hace años que viene trabajando con proyectos del cultivo en la Argentina y enfatiza que tiene “muy buenas posibilidades de expansión, más en el sur que en el norte, donde es difícil escalar”, dice a LA NACION.

El experto añade que la quinoa empezó a cultivarse fuera de la zona andina en los ‘80, cuando Estados Unidos la importa desde Bolivia y empieza a producirla. “Abre los ojos al resto del mundo que descubre sus beneficios. Perú se convierte en el primer productor mundial al llevarla a la costa en el desierto”. En Europa, primero fue Inglaterra y después se sumaron Dinamarca, Holanda y Francia, entre otros. En Medio Oriente cultivan Israel y Marruecos; también lo hacen Australia e India. “Varios van camino a ser autosuficientes en la producción”, resume Bertero.

En la Argentina, desde hace siglos se cultiva de manera manual en la puna de Jujuy y Salta -son pequeños productores de no más de tres hectáreas cada uno- pero desde hace poco más de un año una nueva variedad de semilla permite que se pueda extender en el centro y sur del país. La primera semilla inscripta en el Instituto Nacional de Semillas (Inase), en 2018, fue la “Hornillos Inta”, desarrollada durante una década por el Inta Ipaf de la región NOA. Usa material genético autóctono.

En la puna salteña
La marca Quewar de quinoa es una empresa de capital social creada por una cooperativa en la zona de Santa Rosa de los Pastos Grandes, en Salta. Cuenta con la asistencia técnica y profesional la minera de capitales franceses. Eramine Sudamérica SA como parte de su programa de responsabilidad social.

Lorenzo Mamani, presidente de la entidad -que firmó un convenio con Pro Salta- señala a LA NACION que recién están empezando: “Estamos esperando que la Municipalidad entregue el camión para el centro de acopio; somos unos diez repartidos en la puna salteña y hacemos poca cantidad. La pandemia nos frenó mucho”. La quinoa que producen ya tiene la certificación orgánica de Food Safety, un agregado de valor para el mercado y que es la única que la tiene en el país.

El centro de acopio estará en San Antonio de los Cobres y allí se harán las tareas post cosecha con tecnología que incorporarán. Para obtener la certificación los productores debieron cumplir con determinadas exigencias; por ejemplo, para la preparación del suelo se emplea como abono, enmienda orgánica, a base de guano de origen animal (ovino y caprino) y el riego proviene de vegas y cauces naturales. El manejo es sin agregado de químicos, se usa un insecticida orgánico llamado Supermagro y un fertilizante orgánico.

Fuente: La Nación

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