Catamarqueños abrieron su casa para hospedaje en plena puna
Aníbal y Olga Ramos nacieron en Antofalla, un pequeño pueblo ubicado sobre el borde noroeste del salar que lleva el mismo nombre.
Aníbal, Martina y Olga Ramos. Antofalla. Catamarca. Xavi Martín
Durante la pandemia, cuando todo se cerró, ellos decidieron iniciar la construcción de una pequeña hostería, una casa de huéspedes para probar suerte con un sueño que tenían hace rato. Hoy reciben a los viajeros que se aventuran a la puna catamarqueña y quieren participar de la vida de esta comunidad, donde viven apenas quince familias.
Un deseo, un proyecto
Una vista del salar de Antofalla. En primer plano, uno de los doce Ojos del Campo. Xavi Martín
Aníbal y Olga pertenecen a la comunidad kolla atacameña, tienen tres hijas y una ilusión que, de a poco, se está haciendo realidad: vivir del turismo.
LUGARES llegó al pueblo de la mano de Luis Giramonti, guía de Socompa Adventure Travel, durante un largo viaje por la puna. Él nos habló de los Ramos y del salar y allí fuimos. Avanzamos desde El Peñón hasta Antofalla por la Quebrada del Diablo, un trayecto que solo se puede hacer en 4x4 conducidos por un conocedor de la zona.
Desde el 2005, Antofalla se constituyó como comunidad aborigen –kolla atacameña– aunque su origen como asentamiento es muy anterior. Está ubicada a unos 15 minutos de uno de los accesos más bellos al Salar de Antofalla, donde también se encuentran los doce Ojos del Campo.
Es, además, un sitio estratégico para hacer un alto en los itinerarios que se adentran en la puna desde Catamarca hacia Salta.
"En nuestra comunidad hay futuro. “Si uno quiere superarse es posible", afirma Aníbal Ramos, quien acaba de abrir un hospedaje en Antofalla. Xavi Martín
“Hoy la mayoría de los habitantes del pueblo vive del trabajo que dan las mineras (actualmente en proceso exploratorio para la futura explotación del litio), señala Aníbal. Si bien estos emprendimientos generan recursos, algún día las empresas se irán. La comunidad tiene que pensar en ese futuro”, concluye.
En Antofalla la gente sueña con un hotel propio, que podría construirse con los recursos de las mineras. Más allá de esa ilusión colectiva, Aníbal decidió lazarse con su emprendimiento personal para probar que el turismo es una salida posible para el pueblo.
Las curiosas formas de la sal dan rienda suelta a la imaginación. Xavi Martín
“Mi papá, Manuel Ramos, empezó con esa actividad a mediados de los ‘80, alquilando una pieza de la casa familiar.” Entonces, solo venían tres o cuatro turistas por año. El primero fue un francés radicado en Córdoba, Henri Barret, (N de la R: fundador de la estancia La Lejanía en Nono), apasionado de la zona quien hizo incontables viajes y abrió con el padre de Aníbal el camino al volcán Galán y al Peinado, entre otros. Así, comenzaron a llegar expedicionarios, gente que traía donaciones y también investigadores.
“Acá hay vida”
Martina, la hija menor de los Ramos, con su inseparable amigo perruno. Xavi Martín
“Mi papá soñaba con esto, por eso mi emprendimiento es un homenaje a él “, cuenta Aníbal con orgullo mientras mira a su compañera de toda la vida, Olga.
En el comedor, sus hijas, Ariana, Valentina y Martina revolotean alrededor de la mesa. Las dos más grandes ayudan en la cocina porque que hoy comeremos guiso de quinoa con trocitos de llama.
Las chicas viven en Antofagasta de la Sierra, a más de dos horas de distancia, durante la época escolar que aquí es de septiembre a mayo. Ahora, que están de vacaciones, se mudan con sus padres para pasar en familia estos meses. Durante el año Olga y Aníbal viajan a verlas cada quince días porque aquí no solo se ocupan del hospedaje sino también de los cultivos y los animales, actividades que merecen su completa atención.
“En Antofalla tenemos escuela, pero los chicos son contados y hay un solo maestro, por eso las mandamos a Antofagasta a estudiar”, aclara Aníbal que las extraña, pero está seguro de que este sacrificio les brindará a una mejor formación a sus hijas.
El hospedaje que bautizaron como Casa de Altura hoy cuenta con tres cuartos cada uno con baño privado, aunque ya están en proceso de ampliación para sumar varias habitaciones.
Uno de los cuartos del flamante hospedaje Casa de Altura, donde la familia Ramos recibe a los viajeros. Xavi Martín
El diseño tiene formato de casa con un amplio living comedor donde los huéspedes disfrutan de las deliciosas comidas de Olga, quien cocina para los huéspedes y también para aquellos que llegan a almorzar y siguen adelante. Entre sus especialidades está la milanesa de llama, el cordero horneado, guisos varios (el de quinoa lleva las de ganar), estofado de llama o cordero, tortilla de quinoa, y la lista sigue.
Olga, cocinera experta, prepara delicias típicas para los viajeros, platos que llevan ingredientes de la finca propia. Xavi Martín
La construcción se realizó principalmente con elementos de la zona: piedra laja, caña, madera de álamo, adobe. Por dentro, fue ambientada con cariño. Si bien no tiene lujos es una verdadera rareza para la zona con detalles y comodidades fuera de lo habitual.
En las afueras del pueblo, los Ramos trabajan en la finca propia, donde producen casi todo lo necesario para abastecer la hostería y un poco más.
Allí cultivan ajos, habas, maíz y seis variedades de papines andinos que son el orgullo familiar porque se trata de plantas muy antiguas, variedades que criaron sus ancestros y llegaron a nuestros días. También tienen llamas y ovejas.
El comedor del hospedaje, abierto también a viajeros de paso. Xavi Martín
Otro de los sueños de la familia es producir una yerba local a base de hierbas de los alrededores: pupusa, rica-rica, copa-copa, entre otros. Una mezcla que aspiran imponer en el tiempo como alternativa de la yerba mate.
“Acá hay vida. En nuestra comunidad hay futuro”, afirma Ramos. “Si uno quiere superarse es posible, solo hay que tener esa mentalidad y ponerse en marcha”.
El pueblo que no cuenta
Casi desde siempre Antofalla fue una posta en el camino hacia Chile, un sitio de paso para descansar y seguir adelante. “Mi abuelo, Nicolás Ramos, un descendiente de españoles, un gaucho de a mula, decidió asentarse y fundar aquí una pueblo”, cuenta Aníbal.
“El abuelo se casó con Basilia Vázquez, descendiente kolla, cuya familia estaba instalada un poco más al sur y aquí se quedaron. La escuela lleva su nombre”, señala el hombre emocionado como si hablase de un héroe.
Un postal de salar de Antofalla, ubicado a 3.900 metros de altura en la puna de Catamarca. Luis Agote
Hoy el pueblo está conformado por dos grandes familias los Ramos y los Reales y todo queda entre ellos. “Bueno, también hay algunos Vázquez, que vienen de la familia de mi abuela, señala.
La población ronda los 65 habitantes, pero a ciencia cierta la cantidad exacta es un misterio como todas las cantidades en Antofalla. “Es que nunca contamos, afirma Aníbal. La gente de antes nos enseñó a no contar, ni hacienda, ni gente, ni nada: contar era malo. Para ellos contar era restar”. Y enseguida agrega:” Tengo una idea de las cantidades, pero no cuento jamás”.
Martina Ramos, pura felicidad. Xavi Martín
Desde el año 2005 Antofalla se conformó como comunidad aborigen y desde el 2010 tienen una carta orgánica reconocida por el gobierno provincial. Aquí la máxima autoridad es el cacique. Esta figura oficia de representante legal y lleva la voz de la comunidad, aunque la decisión final es de la Asamblea, formada por los integrantes del pueblo.
También está el Consejo de Ancianos que convoca a todos los mayores de 65 años. Tanto el cacique como los miembros de Consejo Ejecutivo se renueva cada dos años en una asamblea.
El salar mágico
La mejor hora para visitar el salar de Antofalla es el atardecer, cuando el paisaje adquiere una luz sorprendente. Xavi Martín
A unos poco kilómetros del pueblo se encuentra uno de los accesos al Salar de Antofalla, un sitio de belleza única que vale la pena visitar al atardecer cuando todo se tiñe de una luz casi sobrenatural.
El salar se encuentra a unos 3.900 metros de altura en el corazón de la puna catamarqueña. Es una lengua alargada de unos 150 kilómetros de largo. Sobre el oeste domina la imponente figura del volcán Antofalla que aparece con su cumbre nevada.
Durante el camino, las primeras postales del salar lo muestran como una suerte de campo arado, una enorme superficie de barro mezclado con sal, como si hubiese pasado una máquina el día anterior. Sin embargo, la zona que se puede ver en las cercanías de Antofalla es completamente diferente.
Allí, el salar es de un blanco inmaculado. Los dibujos del viento sobre la sal producen insólitas formas en tres dimensiones: algunas zonas parecen un campo de rosas, otras junto al agua se asemejan a los arrecifes de coral y así. Tan lindas que da pena caminar sobre ellas.
Los Ojos del Campo tienen colores muy variados, todo depende de las colonias microbianas que habiten allí. Atención: sus aguas tienen alto contenido en arsénico. Xavi Martín
Al caer la tarde, una luz anaranjada desciende sobre el salar y las montañas que lo rodean. Se despereza con lentitud sobre el agua de la laguna Verde que es el corazón acuático de la zona. A medida que transcurren los minutos, la luz se vuelve rosada y traslúcida, entonces sí la magia es completa.
Ahí nomás están los doce Ojos del Campo, una serie de pequeñas lagunas, agujeros redondos y líquidos, depresiones que reciben agua subterránea de salinidad y compuestos químicos muy diferentes.
Rojo, anaranjado, azul, verde, blanco son los colores de sus aguas, variantes que están determinadas según el tapete microbiano que habite en ellas. Todos los ojos presentan un alto contenido en arsénico, hecho que los convierte casi en intocables, pero no menos bellos. La noche no se hace esperar, uno desearía que no llegue nunca.
Datos útiles
Casa de Altura. Antofalla . Familia Ramos. T : 383 403-3574. [email protected] . En temporada baja, la habitación doble $24.000 , single $12.000. El desayuno y las comidas tiene costo adicional. Cuentan con baño privado y Wifi . Aquellos que van de paso y quieren almorzar tienen que reservar con antelación.
Socompa Adventure Travel. Agencia especializada en viajes a la Puna. Tel: +54 387 431 5974. Balcarce 998 1er. piso, Salta. Proponen el NOA & Puna Experience. Programa que enlaza los Valles Calchaquíes, con la puna de Catamarca y Salta y finaliza con la visita a la Quebrada de Humahuaca. Está a cargo de guías expertos y se realiza en camionetas 4x4. Son 8 días y 7 noches . En la zona de puna se contempla pensión completa, mientras que en los Valles Calchaquíes y la Quebrada de Humahuaca solo incluye media pensión. Las 7 noches de alojamiento transcurren en los siguientes establecimientos: Hacienda de Molinos, Viñas de Cafayate Wine Resort, Hostería de Altura El Peñón, Hostería Casa Andina, Hotel de las Nubes y Manantial del Silencio. u$s 3.204 por persona en base doble.
La mayor parte de los programas en la puna de Socompa Adventure Travel tiene como centro de operaciones la hostería propia El Peñón, RP 43 El Peñón, [email protected]. Lindísima hostería de altura, un lujito para la zona, con ocho cuartos y restaurante propio. Tarifa para argentinos: $63.000 la doble con media pensión (desayuno y cena) incluidas. No es necesario contratar sus programas para alojarse allí. Estará cerrada por mantenimiento del 9 al 17 de diciembre 2023.