Minería argentina: el precio de no saber

El RIGI es una oportunidad para abastecer la demanda de minerales para la transición energética, pero es necesario complementarlo con regalías que tengan en cuenta precios y rentabilidad.
54587390300_3cdf287c8a_c

Por Mario Capello

En notas anteriores explicamos por qué un país con una enorme yacencia de minerales valiosos, demandados por su valor e indispensables para impulsar desarrollos de todo tipo, no fueron aprovechados. Una dirigencia política que prefirió ignorar los concejos de quienes desde el arranque de nuestra organización nacional señalaron los enormes beneficios que otorgaría a la Argentina producir y comercializa esas riquezas, fue responsable de nuestra actual insignificancia económica internacional.

Desde nuestros albores, en la Asamblea General Constituyente del año XIII se señalaba con énfasis y conocimientos, desde la pluma de su Ministro de Hacienda, Manuel José García: “Las minas forman, después del crédito público, la base más sólida al sistema de Hacienda, porque es imposible que haya Agricultura, Población y Comercio en grado de prosperidad progresiva pues, para existir independientes con una población escasa y esparcida en un inmenso territorio, necesitábamos un fomento poderoso y bien entendido de las minas”.

Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Joaquín V. González y otros batallaron en esa dirección señalada por los patriotas de 1813. Aquel Código Nacional de Minería de 1887 ya establecía la propiedad de las provincias sobre los recursos minerales del subsuelo (107 años antes que nuestra constitución de 1994). Pero tampoco alcanzó, porque desde sus arranques el país se decidió, mayoritariamente, agrícola y ganadero.

El crédito de la nación, la construcción de caminos, redes eléctricas, puertos y otras infraestructuras auxiliares, construidas desde el Estado con dineros de todos los argentinos, resolvieron las necesidades de una parte de país. Sí, hay otra, esa que puede generar tantas riquezas como la Pampa Gringa. Lo certifican nuestro vecinos cordilleranos, año tras año las exportaciones minerales de cobre superan holgadamente el valor que resulta de sumar todos nuestros pools cerealeros juntos (soja, trigo, maíz, girasol, cebada, maní, etc.).

Infraestructura
 
Sin rutas, líneas eléctricas, ni trenes que nos acerquen a la cordillera, con un estado fundido tras décadas de populismos, el RIGI emerge como una gran oportunidad para intentar abastecer una demanda creciente de minerales. Demanda que surgió del desesperado auxilio científico lanzado por las Naciones Unidas en el año 2015 desde Paris.

Sólo los minerales establecidos como críticos pueden detener el aumento de temperatura de origen antrópoco del planeta, generado por las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). En la primera mitad del siglo pasado nos potenciamos a partir de la venta de granos y carnes a una Europa devastada por la primera y segunda guerra mundial. Hoy la electromovilidad y la transición energética nos ofrecen una misma posibilidad.

Pero también persiste lo que nos impidió aprovechar nuestra riqueza mineral. Ya no podremos echarle la culpa a un desinterés general. Es la falta de conocimientos de buena parte de la dirigencia política, la que cree que el saber se adquiere siendo electo o ganando una elección, la que obstaculiza semejante oportunidad.

Absurdamente el gobierno y una buena parte del parlamento, al tiempo de sancionar el RIGI aumentó las regalías pasando del 3% al 5% del Valor Bocamina. Los sistemas Ad Valorem de cálculo de regalías como el nuestro matan al cobre. Sólo había que imitar a Chile y a Perú. En el 2011, ambos países, dejaron atrás el sistema Ad Valorem y pasaron a un sistema de regalías progresivas y móviles. Alta renta, altas regalías. Baja renta bajas regalías; ¿Es tan difícil de comprender?

El diputado Ricardo López Murphy acaba de presentar un régimen de regalías progresivas y móviles en la dirección correcta, estableciendo un valor de pago del 5% al 16% de la renta operacional de cada producción. El RIGI y un esquema de regalías como el mencionado otorgan esa competitividad que analizan los inversores antes de hundir miles de millones de dólares en un proyecto. La Inversión y sólo la Inversión es lo que genera Desarrollos económicos y sociales.

Glaciares y populismo
Una ley de glaciares cuyo contenido no rige en ningún otro país del mundo fue impulsada por el populismo vernáculo, Escrita por ONGs internacionales, fue muy efectiva hasta hoy para mantenernos pobres. Es también una verdadera espada de Damocles que pende en cada uno de los proyectos mineros cordilleranos. El mito de que el agua fluye de suelos permanentemente congelados, que son una reserva estratégica, puede derrumbarse rápidamente. Una reglamentación del Poder Ejecutivo, con argumentos científicos de los artículos 1, 2 y 6 de la ley 26.639, que curiosamente no están reglamentados, es un camino impostergable si pretendemos desarrollarnos.

Competitividad y ciencia
Un RIGI con regalías progresivas y móviles nos otorgaría competitividad, abrazar a la ciencia en los temas de agua y suelos congelados, la necesaria confianza en un país que decide madurar alejado de mitos y hechiceros públicos que durante tanto tiempo, de la mano de la política vimos proliferar.

El anuncio del ministro de Economía de rechazar una inversión de USD 200 millones para una ampliación del proyecto de Litio Mariana en la provincia de Salta, mezclada la decisión por un tema geopolítico, como se dejó entrever, tampoco ayuda.

Las provincias también deben apuntar a no entorpecer la competitividad. Los Ingresos Brutos lo hacen. Deben también abandonar populismos sobre porcentajes de mano de obra y proveedores locales a los que vemos repartiéndose anticipadamente que no hacen otra cosa que empeorar el clima de negocios que debemos establecer.

Tener una borrosa idea de lo que representaría para el país y las provincias un histórico boom inversor y exportador, ignorar las miles de empresas pymes locales que se pueden generar sin el costoso dedo de un gobernador, de los trabajos que se necesitarán para abastecer una enorme demanda que requerirá capacitación, todo, forma parte de un mismo problema. Un costoso fracaso histórica que en nuestro tiempo sería el Precio que se Paga por No Saber.

Fuente: Infobae

Te puede interesar