Benjamín Franklin, científico y patriota

Se lo conoce como uno de los Padres Fundadores de los EEUU y por la invención del pararrayos, pero fue un patriota, naturalista incansable e investigador de la Tierra.
10

Por Ricardo Alonso

Benjamín Franklin (1706-1790) es recordado popularmente -y equivocadamente- como presidente de los Estados Unidos (nunca lo fue). Pero sí fue el hombre que inventó el pararrayos, el gran patriota que influyó en la Declaración de la Independencia de su país, quién colaboró en la redacción de la Constitución, y además por sus múltiples y polifacéticas actividades como imprentero, periodista, político, inventor, filósofo, científico, escritor, conferencista y diplomático.

Franklin es uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, al punto que el billete de mayor valor, el de 100 dólares, lleva por siempre su imagen impresa. Hay miles de biografías y artículos escritos sobre su vida y obra. Sin embargo, muy poco se sabe de sus trabajos e intereses con respecto a las Ciencias de la Tierra, a las que dedicó 60 años de su vida.

De la imprenta al pararrayos

Franklin nació en Boston, la ciudad favorita de Domingo F. Sarmiento, el 17 de enero de 1706 y falleció en Filadelfia el 17 de abril de 1790 a los 84 años de edad. Eran 17 hermanos y él era el número 15. Fue un verdadero autodidacta ya que solo tuvo estudios formales hasta los diez años. Trabajó en la jabonería y cerería de su padre y más tarde como imprentero junto a su hermano James. A los 15 años fundó el "New England Courant", considerado como el primer periódico realmente independiente de las colonias británicas. A los 18 años se fue a Inglaterra para seguir aprendiendo el oficio de imprentero y a su regreso compró el periódico "La Gaceta de Pensilvania".

En 1727 estuvo a cargo de la emisión del papel moneda de las colonias británicas. Su interés científico nació en Francia a mediados del siglo XVIII.

En 1752 realizó el famoso experimento de la cometa para demostrar que las nubes estaban cargadas de electricidad y se comportaban como "Botellas de Leyden". Un día de tormenta hizo elevar una cometa que tenía una punta de alambre, un hilo de seda y una llave. Al abrir la llave saltaron chispas y demostró que las nubes estaban cargadas de electricidad y que los rayos eran descargas eléctricas. La verdad es que de casualidad no se electrocutó como les pasó a otros que quisieron hacer la misma prueba. Ese simple experimento salvaría a millones de personas en el mundo.

Algunos años después ya había en Filadelfia más de 400 de esos aparatos. Los pararrayos se multiplicaron por miles en todos los edificios.

Un geólogo autodidacta

El experimento se llevó a cabo en 1752 y en 1753 se le confirió la Medalla Copley de la Royal Society e ingresó en esa institución.

Él mismo crearía, junto a otros sabios y notables, "The American Philosophical Society", así como la Biblioteca Pública, el Cuerpo de Bomberos y la Universidad de Pensilvania.

En base a las varillas de ámbar desarrolló el concepto de cargas eléctricas negativas y positivas. Inventó y patentó el "Horno de Franklin" y las lentes bifocales. Benjamín Franklin está considerado como uno de los primeros geólogos de los Estados Unidos aun cuando en su época no existía formalmente dicha ciencia. Se interesó especialmente en el tema de los terremotos y las erupciones volcánicas.

A pesar de su interés por los fenómenos eléctricos, no creía, como otros de sus contemporáneos, que los terremotos respondieran a esa fenomenología. Pensaba, erróneamente, en el tema de burbujas de aire que rompían cavidades interiores en busca de salir a la superficie.

Los terremotos

El terremoto de Lisboa y su posterior tsunami en 1755 lo marcó fuertemente. El evento sísmico de Lisboa puso a pensar a las mentes más lúcidas de ese tiempo y como siempre el castigo divino apareció entre las hipótesis principales. Por suerte, además, hubo otros pensadores racionales como Voltaire que no se creyeron la historia bíblica.

El tema del volcanismo también importó a Franklin, especialmente luego de la erupción de Islandia de 1783. Europa se cubrió de una niebla gris y vapores sulfurosos.

El clima se enfrió y se produjo un invierno volcánico que fue señalado como tal. Hoy se sabe que fue la fisura del volcán Laki, aunque Franklin mencionó como responsable al volcán activo Hecla. Lo cierto es que eso trajo heladas, que condujeron a crueles hambrunas durante los siguientes años ("Su majestad, el pueblo no tiene pan") e incluso influenció en la Revolución Francesa de 1789, "Si no tienen pan, que coman pasteles" tal como se le atribuye a María Antonieta.

Los sabios de Edimburgo

Franklin alcanzó fama en Europa como un filósofo natural. Su interés por la geología surgió de sus largas conversaciones con sabios de Europa, especialmente sus amigos de Escocia que dieron pie a la Ilustración Escocesa. Se juntaban en Edimburgo en el Oyster Club y otras sociedades el filósofo David Hume, el economista Adam Smith, el ingeniero James Watt, el matemático John Playfair, el químico Joseph Black, el médico William Cullen y James Hutton, el padre de la moderna geología y allí los visitaba su amigo Franklin. Uno de los que se había doctorado esos años en Edimburgo fue Joseph Redhead (1763-1844), corresponsal de Alexander von Humboldt en Salta.

La gran pregunta es si Redhead llegó a conocerlo a Franklin en aquellas tertulias, aunque esto no sea más que una mera especulación. Lo cierto es que Franklin se interesó profundamente en el sistema Tierra y pensó mucho en el tema. En principio fue un seguidor de los grandes teóricos ingleses como John Ray (1627-1705), Thomas Burnet (1635-1715), William Whiston (1667-1752) y John Woodward (1667-1728) pero pronto avanzó con observaciones y especulaciones propias y originales. En 1782 le escribió al geólogo francés Jean-Louis Giraud-Soulavie (1752-1813) sobre lo que pensaba acerca del interior del planeta y le dice: "Tales cambios en las partes superficiales del globo me parecieron improbables si la Tierra fuera sólida hasta el centro. Por lo tanto, imaginé que las partes internas podrían ser un fluido más denso, y de mayor gravedad específica que cualquiera de los sólidos que conocemos, que por lo tanto podría nadar en o sobre ese fluido. Así, la superficie de la Tierra sería un caparazón, capaz de romperse y desordenarse por los violentos movimientos del fluido sobre el que descansa". A propósito, publicó un artículo titulado "Conjeturas sobre la Teoría de la Tierra" (1793).

El científico innato 

A los 42 años Franklin dejó de trabajar en su imprenta de Filadelfia y se jubiló, pero no para descansar, sino por el contrario para dedicar su enorme energía a devorar conocimientos enciclopédicos y universales. Él mismo declaró: "Estoy en camino de no tener más tareas que las que me gustaría darme a mí mismo, y de disfrutar de lo que considero una gran felicidad, el ocio para leer, estudiar y hacer experimentos".

Desarrolló un placer omnívoro por las ciencias y entre ellas las ciencias geológicas. Escribió sobre el diluvio universal buscando una explicación científica al llenado y vaciamiento de las aguas. Especuló con el tema de las glaciaciones y de cómo éstas pudieron ser la causa del desplazamiento del eje de la Tierra. También la mutación de los climas por las mismas razones. Estaba interesado en coleccionar rocas, minerales y fósiles.

En 1767 recibió unos cajones de huesos fósiles del río Ohio que le resultó una revelación. Los huesos, "una caja de colmillos y muelas de elefantes", provenían de un lambedero de animales en las barrancas del río cuyo lamido los había dejado a la intemperie. Le llamó la atención que los molares pertenecían a un tipo de elefantes con protuberancias o prominencias distintas a las de los elefantes herbívoros. Se preguntó si acaso serían animales carnívoros y si vivirían en la actualidad o habrían desparecido de la Tierra. Ello dio pie a un animado debate, entre sus amigos europeos, en torno al diluvio, a la desaparición de las especies creadas bíblicamente, a la presencia de animales gigantes en el viejo y nuevo mundo, entre otros asuntos. Al final se supo que eran mastodontes, parientes extintos de los elefantes, herbívoros, que habían desparecido unos 10 mil años atrás.

Idéntica discusión se dio en torno a los fósiles de Tarija con Edmund Temple, Joseph Redhead y otros en 1827. Franklin era muy amigo de Erasmus Darwin, el abuelo de Charles Darwin. Estudió el origen de las tormentas en América y prestó especial atención a la corriente del Atlántico Norte hoy llamada "Corriente del Golfo". La pensó como un "río en el océano". Vio que era más rápida para los barcos y podían llegar antes a Europa lo que mejoraba el funcionamiento del correo. La cantidad de agua transportada por la Corriente del Golfo equivale a casi 100 millones de metros cúbicos por segundo, es decir, ¡casi 100 veces el caudal combinado de todos los ríos de la Tierra!

Sus intereses geológicos incluyeron el origen de manantiales y ríos, el Diluvio y el Abismo, las convulsiones naturales de gran potencia, los estratos y sus plegamientos, la edad de la Tierra, la naturaleza de su núcleo, el origen de las montañas, la historia de la vida y el problema de las extinciones. Mantuvo así un activo interés por la geografía física, la dinámica y la historia de nuestro planeta. Franklin fue durante mucho tiempo el líder intelectual y político de los Estados Unidos en tiempos coloniales. Su faceta como geólogo es muy poco conocida.

Fuente: El Tribuno

Te puede interesar