Ricardo Alonso: La última vez que el mar entró en Salta



La paleogeografía y la historia geológica de Salta nos enseñan que el mar casi siempre estuvo aquí. La mayoría de los tiempos geológicos de nuestra región transcurrieron en el fondo oceánico. Con escasos episodios continentales.
Parece mentira, pero lo que hoy es la geografía continental de Salta casi siempre estuvo en el fondo oceánico. Un "mundo neptuniano", como se decía en el siglo XVIII cuando se pensaban las grandes ideas geofilosóficas. Como las que desarrolló Abraham G. Werner en Alemania, para quién todo provenía de la sedimentación oceánica, remontándose a los viejos griegos, especialmente a Tales de Mileto.
La columna de los tiempos geológicos en Salta abarca los últimos 600 millones de años, desde el Precámbrico hasta el Cuaternario. En todo ese tiempo la mayoría de las rocas presentes fueron depositadas en el mar. A veces, en profundos fondos oceánicos y otras veces en playas y plataformas someras. Esos depósitos marinos fueron formando rocas y esas rocas, a la manera de estratos, conforman hoy la estructura de nuestras montañas.
Metafóricamente, los estratos rocosos son las costillas de las sierras y serranías del edificio andino. Nuestra vieja historia del Precámbrico y del Paleozoico, representada por miles de metros de espesor de sedimentos y unos 300 millones de años de duración fue depositada bajo el mar. La materia orgánica que se depositó en aquellos mares, especialmente en el Devónico, dio lugar a nuestros principales yacimientos de hidrocarburos de las Sierras Subandinas. Las viejas rocas oceánicas son las rocas de caja de la mayoría de los depósitos minerales (vetas de cuarzo con oro, estratos con plomo, plata y zinc, baritina, etcétera). Y están llenas de fósiles que atestiguan su origen. Basta encontrar las conchillas marinas, los braquiópodos, por ejemplo, para estar absolutamente seguros de que estamos en rocas de ambiente marino. Como las rocas que forman el cerro San Bernardo frente a la ciudad de Salta, y las dos sierras que limitan el Valle de Lerma por oriente y occidente: Mojotoro y Lesser. O las demás serranías de la Cordillera Oriental, que desde el norte argentino se internan en Bolivia. Rocas marinas pletóricas de trilobites, graptolitos, braquiópodos, gasterópodos, bivalvos, conodontes y otros organismos y microorganismos de origen marino. Millones de fósiles conservados en las rocas marinas de nuestras montañas y disponibles abundantemente en los rodados de los ríos.
Sin cordillera y bajo el agua
La penúltima vez que el mar entró en Salta fue hacia finales del periodo Cretácico, en plena época de los dinosaurios. Los Andes no existían entonces como tales. El nivel del mar estaba 300 metros más alto que ahora. Ello permitió que el mar inundara diferentes regiones a escala planetaria y entre ellas vastas porciones de América del Sur. Los dinosaurios salteños disfrutaron de playas de arenas blancas, aguas templadas y oxigenadas, calcáreas, con depósitos de algas estromatolíticas con formas de arrecifes, batidas por el oleaje y en donde dejaron sus huellas imperecederas. Un mar caliente de playas blancas con peces y gasterópodos, dinosaurios carnívoros y herbívoros, pterodáctilos, viejos mamíferos, todos ellos nadando, correteando o volando plácidamente para terminar como testigos atónitos de la tremenda extinción que azotó al planeta con la caída del asteroide en Yucatán 66 millones de años atrás.
El reino de los reptiles mesozoicos daría allí paso al reino de los mamíferos cenozoicos. A medida que los Andes se elevaban, el mar se retiró hacia el Atlántico y el Pacífico respectivamente.
El clima y la dinámica terrestre
Sin embargo, algo habría de ocurrir entre 12 y 14 millones de años atrás. El planeta estaba saliendo del "Óptimo Climático Mioceno", uno de los eventos de calentamiento prolongado más recientes de la Tierra. La cordillera estaba creciendo y las extensas llanuras orientales se estaban hundiendo por el fenómeno de la subsidencia y la compensación isostática. Un simple mecanismo de balance de la corteza donde si hay algo que sube hay también algo que baja. El punto es que para entonces el nivel del mar estaba 150 metros más alto que el eustático actual. Ello llevó a la inundación de América del Sur a través de tres grandes brazos del océano Atlántico que penetraron desde el norte por el Caribe, desde el este por el Amazonas y desde el sur por el Paraná. La proto-Cordillera de los Andes hacía de barrera y límite natural a esa transgresión marina. América del Sur se bañó con el mar Atlántico en ese momento del periodo Mioceno como fuera expuesto en un clásico y muy citado trabajo original que publicáramos tres décadas atrás (Véase: Ramos, V.A. y Alonso, R.N., 1995. El mar Paranense en la provincia de Jujuy. Revista del Instituto de Geología y Minería, N° 10, p. 73-80. Jujuy).
Se han encontrado restos de esa transgresión marina en distintos lugares de América del Sur. Por ejemplo, en la alta cuenca del Amazonas. En un pozo realizado en Selva, localidad de Santiago del Estero, se encontraron microfósiles marinos (foraminíferos) con procedencia del Caribe. Las barrancas del Paraná contienen fósiles marinos; incluso, el naturalista viajero Enrique de Carles los ha identificado a lo largo del río.
La costa atlántica en Anta
Distintos investigadores han seguido el viejo horizonte marino por la Patagonia, Mendoza, San Juan y las provincias del norte. En Tucumán está representado por la Formación Río Salí que aflora en muchos tramos de la ruta 34 y se destaca por la presencia de capas verdes y bancos de yeso. En Salta y Jujuy se le llama Formación Anta. En Bolivia se la conoce como Formación Yecua.
El ingreso marino iba cambiando el nivel de los ríos a medida que ascendía. En muchos lugares se piensa que se formaron lagos y pantanos que pudieron estar conectados con el mar, pero con fauna de aguas dulces o salobres. Sería el caso de los valles Calchaquí y Santa María. Se han encontrado evidencias de fósiles, peces, invertebrados y microfósiles, de aguas dulces, salobres y saladas. Desde luego que la presencia de foraminíferos tiene una importancia mayor. Al parecer el clima era bastante árido para esa época. El mar Paranense, al menos en el norte argentino, avanzó sobre un desierto de dunas rojas conocido como la Formación Río Seco. La ruta 34 es un muestrario geológico de esos tiempos y algunos afloramientos constituyen verdadero geositios. El punto entonces es que las aguas se evaporaban fuertemente y como consecuencia de ello se depositaron capas de sal gema, yeso, sulfato de sodio y calizas.
Algunas de las calizas se explotaron en rústicos hornos para cal común. El yeso para cemento. Los nódulos de yeso alabastrino para artesanías. La sal gema dio lugar a un importante emprendimiento de explotación de una conocida marca comercial en Vipos, Tucumán, donde se explota y beneficia a partir del bombeo de salmueras de pozos.
El químico alemán Federico Schickendantz dio a conocer en el siglo XIX la presencia de capas de sulfato de sodio en esa formación. Se han identificado también cenizas volcánicas, zeolitas, huecos de minerales evaporíticos vacíos, margas verdes y rojas, capas de yeso, alabastro y anhidrita en varias presentaciones, desde nódulos y venillas, hasta estratos macizos, calizas oolíticas, arenas ferruginosas, entre otras rocas y minerales.
Las termas de Rosario
Mencionamos todo esto por la simple razón de que una cosa trae a la otra y las famosas aguas termales de Rosario de la Frontera están relacionadas con la presencia de la Formación Anta y su larga e intrigante historia geológica. Precisamente en el cerro Termas se encuentra representada la Formación Anta en toda su expresión.
Las aguas de lluvia que se infiltran en la sierra de Medina se hunden profundamente hasta superar los 3 o 4 km donde por grado geotérmico se calientan y al chocar con la sierra de La Candelaria suben hirviendo y se canalizan por las distintas capas de la Formación Anta. Viajan así por los distintos acuíferos y surgen donde se intersectan con la topografía con distintas temperaturas y distintas composiciones químicas tales como carbonatadas, bicarbonatadas, silicosas, sulfurosas, ferruginosas, sulfatadas, etcétera, con gustos dulces y salados, con distintos grados de acidez desde neutras y ácidas hasta alcalinas, algunas radiactivas, de alta, media y baja temperatura, hasta directamente frías, o sea un abanico de composiciones físico-químicas y variables temperaturas.
Una de ellas es la afamada "Agua Palau". Siempre digo que si este agua estuviera en Europa, donde los campos termales y sus aguas se valoran, estaría considerada sin lugar a dudas como una de las mejores del mundo. Como se aprecia, existe un hilo invisible que conecta el tesoro presente de las aguas termales con la larga historia geológica de la elevación de los Andes, el hundimiento de la llanura, la trasgresión del mar y sus depósitos sedimentarios, con fuerte presencia de rocas químicas y evaporíticas en clima árido, con la rotura tectónica de la vieja llanura, las sierras modernas, sus profundas fallas y un aceitado sistema hidrológico regional de cañerías geológicas interconectadas. Un hilo de Ariadna en el laberinto geológico.
Fuente: El Tribuno
Por Ricardo Alonso

