Alonso: La trama geológica de la historia
Por Ricardo Alonso
La geografía y la geología son dos ciencias íntimamente unidas. Ambas ciencias hermanas nacieron con los griegos, pero solo la geografía tuvo una trayectoria milenaria.
La geología comenzaría a tomar entidad recién en el siglo XVII de la mano de Leonardo Da Vinci y George Bauer (Agrícola). Se afianzaría con las profundas reflexiones de René Descartes, Nicolás Steno, Gottfried Leibniz e Immanuel Kant y alcanzaría su pleno desarrollo con James Hutton, Charles Lyell, Abraham Werner, Georges Cuvier y Charles Darwin en los siglos XVIII y XIX.
Son estos unos pocos nombres selectos en medio de una infinidad de nombres de hombres y mujeres que le dieron cuerpo doctrinario a la disciplina en los tres últimos siglos.
La geografía es el estado estático de la Tierra en un momento determinado. La geología es la visión del cambio dinámico del relieve y su interpretación. De allí que entre ambas ciencias haya surgido una nueva que es la geomorfología. Dicho en otras palabras, la geografía es un corte practicado en el momento presente del acontecer geológico.
La experiencia humana
La geografía y la geología han condicionado la historia humana. La evolución de nuestros antepasados en África a partir del Mioceno estuvo atada a grandes cambios en la topografía y en los climas. Téngase presente que durante ese periodo comenzaron a elevarse montañas como los Andes, los Alpes y los Himalaya, se abrieron y cerraron océanos, se expandieron las llanuras y las gramíneas, se secaron algunos mares con gran depositación evaporítica, entre otros múltiples fenómenos causales y casuales. Desde muy temprano, a diferencia de los animales, el hombre supo aprovechar de todos los recursos a su alcance lo que le permitió sobrevivir a situaciones complejas y adaptarse a nuevas realidades climáticas. Las migraciones lo llevaron a ocupar casi todos los continentes (a excepción de la Antártida) y todas las latitudes y altitudes. Desde África se expandió por Asia y Europa y mucho más tarde llegó a América a través de un puente de hielo en Bering.
La historia del hombre estuvo atada a las glaciaciones y desglaciaciones del periodo Cuaternario. Y estuvo atada también a la mutación de los climas, a la expansión y retracción de las selvas y de los desiertos, a las regresiones y transgresiones de los mares, entre otros factores geológicos y climáticos. El hombre tuvo que aprender a adaptarse y sobrevivir a las catástrofes geológicas de tipos telúrico, volcánico y climático. Los volcanes causaron infinidad de muertes en sus erupciones tanto por los efectos directos como por los efectos indirectos.
Erupciones como la del Krakatoa volaron una isla completa con todos sus habitantes y generaron tsunamis devastadores en la región e incluso alcanzaron con su efecto a comarcas muy lejanas. Y así podrían seguir enumerándose otras erupciones como las de Toba, Santorini, Tambora, Huaynaputina, Laki, Mont Pelé, todas con gran poder destructivo y que borraron en algunos casos pueblos completos.
Cambios climáticos y catástrofes sociales (SUBT)
Luego de esas grandes erupciones hubo en muchos casos “años sin verano”, dominados por el “invierno volcánico”, donde el frío y las hambrunas generaron graves consecuencias globales. Pero el hombre logró siempre sobreponerse utilizando su inteligencia para adaptarse, aprender y seguir su rumbo. Igualmente tuvo que aprender a lidiar con la energía sísmica liberada a veces con una violencia inusitada.
La rotura de las placas oceánicas en las zonas de subducción alrededor del océano Pacífico ha generado sismos destructivos que han superado los 9 grados de magnitud. Muchos de ellos vinieron acompañados por tsunamis y la historia de estos ha quedado registrada en los sedimentos o en viejos escritos. Los efectos han sido catastróficos sobre poblaciones asentadas en zonas costeras. Baste recordar terremotos como los de Valdivia, Arica, Sumatra, Fukushima y tantos otros en los últimos siglos. Pero también los graves terremotos continentales como los que genera el empuje de la India contra Asia y que dispara sismos de alta intensidad desde Turquía hasta China. Ciudades enteras construidas en el loess de China colapsaron en esos sismos con graves pérdidas de vidas humanas.
El Mediterráneo fue un enorme salar hasta que fue inundado por el Atlántico a través de las columnas de Hércules generando una cascada de tres kilómetros de altura.
El Mar Negro era una apacible llanura verde y cultivada hasta que el mar entró por el Bósforo y la inundó completamente. Ello obligó al desplazamiento de pueblos enteros que irradiaron en todas direcciones dando nacimiento a la leyenda de Noé y su arca. La Biblia está llena de historias geológicas que tienen que ver con el emplazamiento de los pueblos en medio oriente. La sal y el fuego de Sodoma y Gomorra entre ellos.
La Tierra y las civilizaciones
La historia de Egipto y su relación con el Nilo es otro ejemplo. La fertilidad de los limos, las cosechas, los ciclos y los años de vacas gordas y vacas flacas. Moisés y el cruce por el Mar Rojo. Las civilizaciones del caballo, del camello y del reno. La invasión de los pastores nómadas del Gengis Khan. Todos fenómenos relacionados con la extensión y retracción de las praderas, de los desiertos o de los hielos según el caso. La subsidencia de tierras y el avance de los mares hacia el interior de los continentes. Las rutas geológicas de la sal, el cobre, el estaño y el hierro. Además del carbón, petróleo y uranio.
Groenlandia, una gran isla de hielo de Dinamarca, era una tierra verde como lo indica su etimología. Eric el Rojo, los lapones y los renos es otra historia apasionante del avance y retroceso de los hielos en los últimos milenios. Regiones del norte de África que eran verdaderos vergeles, tal como lo muestran antiguos petroglifos, están hoy en medio de las arenas del Sahara. Will Durant, filósofo norteamericano, aseguraba que la civilización existe por consentimiento geológico. A lo que habría que agregarle “y cósmico, también”.
La fuerza del Cosmos
No sabemos si hubo explosiones de supernovas que pudieron afectar a la humanidad desde sus orígenes. Sí se sabe de las megafulguraciones solares que han quedado registradas en anillos de árboles, dos de ellas muy importantes en los años 775 y 994, marcadas por un aumento considerable en los isótopos cosmogénicos. El evento Carrington de 1859 está relacionado con esa fenomenología.
La caída de asteroides, cometas y meteoritos han dejado también su marca. Sin olvidarse que los mamíferos evolucionaron ocupando los nichos ecológicos de los dinosaurios luego de la caída del asteroide en Yucatán hace 66 millones de años. Lo que dio fin al periodo Mesozoico o de la vida media para dar inicio al Cenozoico o de la vida nueva que condujo hasta el hombre. Uno de los mejores ejemplos de ucronía es suponer qué hubiese pasado si ese asteroide no se hubiese estrellado en la Tierra y los dinosaurios alcanzado la inteligencia y conquistado las estrellas.
Unos 30 millones de años atrás hubo otro bombardeo cósmico y algunos científicos creen que pudo haber sido el disparador que influyó en la evolución de los antropoides y desde estos al hombre.
Tal vez sea solo pura especulación. Pero los hilos rojos de la trama y la urdimbre que unen a la geología con la historia y el hombre son muchos y muy diversos. Otro evento que parece tener origen cósmico ocurrió unos 12.000 años atrás y pudo ser en parte el que llevó al fin de la megafauna cuaternaria. El Young Drías dejó una capa negra carbonizada que se está estudiando en muchos lugares como Usselo en Holanda.
La dinámica del paisaje
El Chaco santiagueño fue castigado por una lluvia de meteoritos metálicos cinco mil años atrás cuando la región ya tenía nómades. Heráclito en la antigua Grecia decía que todo fluye. El relieve es un fluido. El paisaje es un fluido en ese sentido.
El Valle de Lerma donde se asienta la ciudad de Salta no existía hace un millón de años y va a desaparecer en otro millón de años. Cuando llegaron a Salta los primeros hombres de Bering con sus proyectiles “cola de pescado” aptos para cazar a los grandes mamíferos, el Valle de Lerma estaba habitado por mastodontes, megaterios, milodontes, gliptodontes y otros animales de la megafauna. Todos ellos se extinguieron unos diez mil años atrás. Las montañas estaban entonces glaciadas y eran más bajas de lo que son ahora. Los ríos que surcaban el valle tenían otro caudal y otras trayectorias.
En los últimos mil años hubo un periodo cálido medieval y una pequeña edad de hielo (LIA). Los años Niño y Niña se han estado repitiendo por milenios con sus consecuencias de sequías e inundaciones. Los terremotos dispararon avalanchas que formaron lagos y estos, al destruirse, dieron lugar a correntadas catastróficas que llevaron flotando bloques rocosos gigantes. Los volcanes sepultaron muchas veces el norte argentino con cenizas, la última vez hace 5.000 años. Estos y muchísimos otros eventos naturales pueden encadenarse con sus causas y consecuencias en la larga evolución geológica e histórica. Siempre me pregunto de qué volcán salió la obsidiana de la punta de flecha que atravesó el corazón del conquistador Diego de Rojas en esta compleja trama geológica de la historia humana.
Fuente: El Tribuno