Un viaje al futuro energético

Se puede repetir para llegar al mismo lugar o, ajustando, repetir para marcar la diferencia.
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En un caso es la obstinación del que nunca aprende, del que pone la negación en el centro de la escena; el otro es el vector de la creación, del ajuste que potencia y transforma la realidad desde lo positivo, que amplifica y no restringe.

Son dos miradas filosóficas, dos modos de encarar y resolver los dilemas. Si se presta atención, la mayoría de las medidas gubernamentales se inscriben en el primer espacio. La última muestra cabal son las normas para combatir la inflación, una máquina del tiempo para volver al pasado económico más oscuro, sin cambiar un ápice la receta: amenazas, controles y ley de abastecimiento.

Pero Argentina no deja de tener fortuna, a pesar de nuestra determinación por hacer mal las cosas. Primer dato: luego de una larga etapa de populismo, apenas interrumpida sin mucho convencimiento, llegamos a su apoteosis, plena de improvisación, errores e impotencia en un contexto adverso. Empezamos a darnos cuenta de que no es el camino, a contramarcha de la región. Segundo dato: en plena transición energética mundial, tenemos todas las condiciones para ser protagonistas.

La invasión a Ucrania aceleró la necesidad de mutar la matriz de energía en el mundo, que venía impulsada por una nueva conciencia ambiental. Es inaceptable e inconveniente una dependencia tan marcada a países (no sólo Rusia) sencillamente imprevisibles. También quedaron en evidencia errores graves, como la suspensión de la energía nuclear en varios países luego de Fukushima (Alemania especialmente), que podrían haber facilitado grandemente el cambio. Hay ideas loables que son prácticas absurdas: alguien hasta podría decir que ahí se incubó el fortalecimiento de una autocracia autoritaria.

Nuestro país tiene un lugar de privilegio en el concierto futuro. Ya no es sólo Vaca Muerta. Tenemos los tres recursos que son la base para la transición en el corto, largo y mediano plazo: litio, uranio e hidrógeno. Tenemos los minerales, en los dos primeros casos; y extensiones de tierra, corredores de viento y disponibilidad de agua como pocos, en el tercero. La posibilidad económica y geopolítica es mayúscula.

Para sentar las bases, se necesitan cambios jurídicos y decisión política. Los recursos constitucionalmente son de las provincias; el Estado nacional es el que establece el marco. Como con la minería tradicional, es menester el diálogo (en serio) y licencia social para construir la oportunidad de manera inteligente, de modo que las provincias participen de la explotación y tengan los beneficios. Y la Nación otro tanto; con criterios concretos que sean la base para nuestro futuro: asegurando el respeto inteligente por el medio ambiente, exportando lo que haya que exportar y produciendo localmente lo que se pueda.

Una vez más, increíblemente, la naturaleza nos favorece con lo que el mundo no tiene y necesita. Otra vez más, el dilema de repetir para lo mismo, o de repetir para hacer la diferencia. Imposible para los viajeros al pasado. Imprescindible para los que soñamos una Argentina distinta.

E.S.F.

Fuente: Prensa Geo Minera

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