La minería que Mendoza se merece

Una delegación conformada por representantes del sector público y privado visitó El Teniente, la mina de cobre subterránea más grande del mundo, ubicada en Rancagua, Chile. Un caso testigo de cómo en esa región pueden convivir agricultura, vitivinicultura y minería. Mendoza aún padece debates estériles que impiden el desarrollo de esta industria.
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Por Fernanda Sabadin

Cruzar la cordillera para conocer la minería chilena no fue solo una visita técnica, fue un baño de realidad. A tan pocos kilómetros de Mendoza, en Rancagua, vi lo que significa tener un rumbo, una estrategia, un modelo de desarrollo pensado en serio. Lo que vi fue una mina subterránea funcionando a escala industrial, con estándares ambientales altísimos, con empleo digno, con tecnología, con respeto por las comunidades. ¿Y lo más impactante? Que todo eso podría pasar acá.
 
La visita fue organizada por Fundación Plan Pilares, una iniciativa que viene promoviendo con claridad y compromiso una hoja de ruta para una minería sustentable en Mendoza. Desde una mirada plural, con diálogo entre sectores, Plan Pilares impulsa un debate estratégico que ya no puede postergarse: ¿qué modelo productivo queremos para nuestra provincia?
Un grupo de mendocinos participamos de esta delegación conformada por representantes del sector público y privado, entre ellos universidades, Impulsa Mendoza S.A. y el Consejo Empresario Mendocino, entre otros.
 
La delegación realizó una visita a El Teniente, la mina de cobre subterránea más grande del mundo, ubicada en la Región de O’Higgins, Chile. El objetivo fue conocer de cerca su funcionamiento y, sobre todo, comprender cómo interactúan los actores públicos y privados en un entorno donde esta industria forma parte del desarrollo territorial.
 
Lo que vimos allí es evidente: cuando hay decisión política, planificación, controles firmes y un diálogo real entre Estado, empresas y sociedad, es posible hacer minería en equilibrio con otras actividades productivas, sin poner en riesgo el agua, y con beneficios concretos para la población, tal como lo propone el Gobierno de Mendoza.
Acá, en cambio, algunos sectores siguen atrapados en un círculo de parálisis. Años de debates estériles, miedos instalados y discursos políticamente cómodos nos han hecho perder tiempo valioso.

Pude ver en primera persona que agricultura, vitivinicultura y minería pueden convivir. No estamos hablando de algo imposible, estamos hablando de decisiones. Y la política está para eso: para decidir, no para congelar debates, no para esconderse detrás del "consenso" mientras se posterga el progreso, no para gobernar con encuestas de dudosa procedencia y miedo al hashtag del día.

Lo que se construye del otro lado de la cordillera no es solo cobre: es soberanía, es autonomía energética, es capacidad de exportación, es futuro. Y no un futuro de eslogan, sino uno concreto, medible, palpable.

Por eso lo digo sin vueltas: fue un privilegio haber vivido esta experiencia, pero sería un acto de cobardía no contarla con todas sus letras. Porque la minería, bien hecha, no es una amenaza. Es una oportunidad que algunos sectores quieren dejar pasar. Y cada año que perdemos en debates sin sentido, es un año más de jóvenes que se van, de empleos que no existen, de recursos que no aprovechamos.

Porque la minería no es el enemigo. El verdadero enemigo es la resignación. Y frente a eso debemos seguir por el camino que propone el Gobierno de Mendoza: abrir el debate, tender puentes, sugerir caminos. Mendoza tiene los recursos, el talento y la capacidad técnica para hacerlo.

* La autora es senadora provincial (Frente Cambia Mendoza).

Fuente: diario Los Andes

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