La vida de los mineros de oro de San Juan

La mayoría son varones de entre 30 y 50 años. Algunos ni terminaron el secundario. El sueldo mínimo por trabajar en una mina de oro en San Juan es de $1.800.000.
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Pasan 15 días al mes lejos de casa pero por sueldos que no muchas actividades pagan. El salario mínimo de bolsillo para un ayudante que recién arranca es de casi $1.800.000. Un jerárquico, puede estar en 8 palos. Son mineros y buscan oro en la montaña de San Juan.

Buscan y encuentran. Porque en Gualcamayo hay oro por todos lados.

No se ve a simple vista pero las huellas que dejaron la explotación de la Quebrada del Diablo y de la mina subterránea, más los hallazgos de una exploración más profunda, dan cuenta que de una tonelada de roca se podrían llegar a sacar hasta 12 gramos de oro.
 

Trabajan 12 horas diarias (a veces de día, a veces de noche) en un régimen de 7 por 7; es decir, siete días en la mina, siete de descanso. Otros, con puestos en lugares de decisión, tienen un régimen más flexible y vuelven a casa de viernes a domingos.

Son mecánicos, técnicos, ingenieros, geólogos, comunicadores, o nada. Y aprenden.

Hoy, Minas Argentinas S.A. tiene 240 personas empleadas de manera directa. Pero por el campamento ubicado en Jáchal pasan, además, otras 227 por contrataciones indirectas (para trabajos de perforación, cocina o seguridad).

La mina de oro del español que puso en jaque a Fecovita

En Mendoza conocimos a Juan José Retamero como el empresario europeo que denunció penalmente a las autoridades de Fecovita e inició una “guerra del vino” que aún no termina.

Pero la inversión más importante que realizó en el país no tiene que ver con el vino a granel sino con la minería.

En 2023, su familia –bajo la sociedad anónima Minas Argentinas- adquirió la mina Gualcamayo, que venía de pasar por manos colombianas y canadienses y ya había presentado el plan de cierre porque la explotación no daba para más, según el tipo de negocio de Mineros, el último dueño.

El nuevo propietario tenía otros planes: seguir produciendo el oro que quedó en las pilas de la explotación anterior y, mientras tanto, factibilizar y construir Carbonatos profundos, un nuevo cuerpo subterráneo que hoy se está perforando.

Para eso, Minas Argentinas S.A. ya se presentó en el RIGI, el régimen de incentivos a las grandes inversiones que sacó el gobierno nacional con apoyo del Congreso y que ya obtuvo adhesión en San Juan, tal como pasó en Mendoza.

El proceso está demorado y la empresa debió hacer unos ajustes por pedido de la Secretaría de Minería de la Nación.

La idea original presentada para el RIGI incluía, además del proyecto de producción de oro, la colocación de hornos para transformar la piedra caliza volada (por las voladuras de la explotación finalizada) en cal; pero el gobierno dijo no. Por lo que Retamero debió dar marcha atrás, insistir solo por los beneficios para invertir en la nueva mina de oro y esperar su momento para ir por la de cal.

“Necesitamos el RIGI para proyectar a largo plazo una inversión de U$S 1.000 millones”, dicen desde la empresa.

Lo que estiman, si la aprobación se da, es que en unos años la mina podría volver a tener activos a 1.000 empleados directos, más otros 3.000 indirectos.

El trabajo para la extracción del oro en este caso sería más complejo que en años anteriores. Ahora, el mineral está por los menos a 250 metros bajo tierra (y según lo que se sabe hasta ahora, hay hasta a unos 1.800 metros) y, además, no está oxidado como el que se sacó hasta ahora; por lo que primero hay que oxidarlo para recién entonces ir a por la lixiviación con cianuro. Método que se utiliza, claro, porque en San Juan no hay 7.722 que lo impida.

La proyección es, si Nación da el ok al RIGI, empezar a construir la nueva mina bajo tierra en 2027. Y lo que estiman es que hay oro suficiente como para explotar, por lo menos, hasta el 2050.

La mina de oro, una mini ciudad a un costado de la Ruta 40

A 1.600 metros de altura, 256 kilómetros al norte de San Juan y a unos 500 de la Ciudad de Mendoza, se encuentra el campamento base de la mina Gualcamayo.

No se parece en nada a lo que hayamos visto por estos lados… Ni siquiera si PSJ cobre mendocino construyera el suyo se le acercaría.

Esta mina ubicada en Jáchal es enorme. Enorme en serio.

El campamento hoy cuenta con 180 habitaciones. Son modestas; tienen un buen colchón, una buena ducha, televisor, escritorio, ropero y dos camas (al menos la que conoció esta periodista).

Con esta actividad de producción y exploración, Gualcamayo dejó activo un comedor; pero supo tener cinco. “Me siento en una escuela estadounidense”, dijo alguien. Y sí. Tiene ese estilo.

La comida la hace una empresa calingastina, que trabaja –en lo posible- con productos de Jáchal.

También hay un SUM en el que los trabajadores pueden, por ejemplo, alentar a la Selección contra Chile, jugar al pool, al metegol o conseguir un chocolatito en el kiosco.

Y en el día están habilitados el gimnasio, las canchas de fútbol y la de paddle.

La mina tiene su propio microhospital; y cuenta con profesionales que siguen el estado de salud física y mental de los trabajadores.

“Tratamos de que estén lo más cómodos posible”, dicen las autoridades, pero la vida minera tiene lo suyo.

Algunos, la viven durante años porque el crecimiento económico lo vale. Otros la disfrutan, porque les apasiona lo que hacen y porque el ir y venir de casa no les sienta tan mal –ni a ellos, ni a sus familias-.

Sin embargo, hay también momentos en los que la depre se hace inevitable y es entonces cuando intervienen psicólogos y psiquiatras que están a disposición del campamento. Ni hablar en casos de adicciones.

Como medida general, por seguridad y para mantener la buena convivencia, el alcohol está prohibido y hay que soplar la pipeta cada vez que se entra a Gualcamayo.

Se ven pocas mujeres en la mina. En recepción, en la cocina, en algún puesto de jerarquía… pero no son más que el 10% del total los empleados.

El 94% son sanjuaninos; y de esos, la mitad son jachalleros. El Gobierno de San Juan no fuerza a Minas Argentinas S.A. a tener ni mano de obra ni compre local, pero en la Declaración de Impacto Ambiental la empresa adoptó ese compromiso.

“Es parte de la licencia social. Trabajamos con la comunidad permanentemente”, dicen sabiendo que, en minería, la palabra del pueblo lo es todo.

Fuente: Diario Uno

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