Salta en una acuarela del siglo XIX de Besnes e Irigoyen

Hay pocas imágenes de la ciudad del 1800, aunque abundan las descripciones de científicos, viajeros y escritores. El análisis de algunos testimonios que ofrecen cuadros y bosquejos permite imaginar la vida de los salteños en aquellos tiempos.
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Por Ricardo Alonso

Las representaciones de Salta en la primera mitad del siglo XIX son muy pobres, por no decir casi inexistentes. Aún a pesar de la importancia que tuvo la ciudad como puerto seco en el camino entre los dos virreinatos.

A fines del siglo XVIII el viajero y geólogo minero alemán Anthony Z. Helms dejó un breve bosquejo de la Salta que vio entonces. Le llamó la atención la cultura de la gente y criticó el ambiente sucio de charcas y tagaretes donde proliferaba el mosquito que enfermaba de "chucho" a los que llegaban en esos largos viajes entre Buenos Aires y Potosí.

La descripción de un viajero

Woodbine Parish, encargado de negocios de Inglaterra en Buenos Aires, publicó en la segunda edición de su libro sobre Buenos Aires y las provincias del interior, una litografía blanco y negro con una vista de la Salta de comienzos del siglo XIX. En su libro Parish le agradece a su inteligente corresponsal Dr. Joseph Redhead las valiosas informaciones geológicas que le proporcionara y a Álvarez de Arenales, los mapas y textos sobre la extensión geográfica y productos de la provincia.

 
En el capítulo sobre Salta, Parish habla de su ubicación, población (9.000 habitantes), sus ríos, edificios, enfermedades, forma de gobierno, educación, comercio, fauna, flora y otros aspectos anecdóticos y de interés, tales como los de una imprenta que cada tanto publica un diario. Se detiene bastante en unas mujeres nadadoras que cruzaban el equipaje de los viajeros en unas bolsas de cuero y cuya destreza en el agua era memorable. En otro párrafo señala "Los salteños se jactan de que poseen dentro de su territorio todos los climas, desde el extremo calor al frío más intenso; y, por consiguiente, de que pueden obtener todos los frutos de la naturaleza; porque, aunque bajo el trópico, las serranías se levantan en algunos puntos a la altura de nieve perpetua, contrabalanceando más o menos la influencia del sol según su elevación".

Ahora bien, Parish ilustra Salta con un dibujo singular. La ciudad aparece en una depresión estrecha, flanqueada por dos cadenas de cerros que cuesta identificar. Los cerros muestran una fisiografía y una topografía bastante curiosa. Se aprecia en primer plano una carreta, luego la ciudad y al fondo los cerros.

 
No se sabe si la vista es de sur a norte o viceversa. Si la vista fuese mirando al norte, los cerros que aparecen al oeste, los que conocemos como Nevados de Castilla, tienen forma de volcanes lo que es completamente ajeno al Valle de Lerma. También aparece un cerro isla en el medio del valle, que, si la vista fuera al revés (al sur) podría corresponder a los cerros de San Miguel de Cerrillos. Lógico es suponer que la vista es desde el sureste al noroeste y que fue dibujada desde un lugar alto en la vieja entrada a la ciudad por el oriente. Algo que es realmente interesante es que muestra la distribución de las casas de entonces y es allí donde los estudiosos de la Salta de antes tienen un magnífico desafío.

Un cuadro de entonces

De igual manera, la acuarela que aquí nos ocupa fue publicada en la obra iconográfica de Bonifacio del Carril.

El autor es un pintor francés radicado en Montevideo. Se trata de una acuarela de 1851 pintada por Juan Manuel Besnes e Irigoyen (1789-1865). Este personaje singular, se cambió el nombre original francés, vivió en Uruguay en el siglo XIX y se destacó como litógrafo, dibujante, calígrafo, pintor, entre otras artes.

La vista panorámica de Salta está realizada en sentido sureste a noreste, esto es desde la base del Portezuelo mirando hacia los cerros del noroeste. Besnes e Irigoyen nunca estuvo en Salta y seguramente el dibujo se lo encargaron a partir de un boceto. De allí que debió imaginar personas, vestimentas, edificios y paisajes. La escena está compuesta por personas en un primer plano, la ciudad al medio y al fondo los cerros. El grupo humano está compuesto por once personas que lucen distintas posiciones, vestimentas y comportamientos, ya que algunas se las ve solitarias y a otras en ameno diálogo. Destaca en el primer plano un hombre a caballo. Va montado en un hermoso caballo marrón, con un apero de lana blanca del tipo montura peruana, vestido de blanco y con sombrero de copa alta. Al parecer está llegando a la ciudad entrando por el Portezuelo que era la vía de llegada por el camino de postas. Delante del hombre a caballo va una mujer vestida de blanco con un canasto chato en la cabeza en el cual parece llevar verduras. Podrían ser hortalizas o berros de alguna acequia. Al parecer es una mujer negra, corpulenta, con un vestido que le cubre todo el cuerpo.

En el borde inferior derecho aparecen dos personas conversando distendidamente. Una de ellas es la que captó nuestra atención ya que se trata de un perfecto caballero, elegantemente vestido con un sobretodo marrón y pantalones oscuros, zapatos finos, con una galera por sombrero y un bastón en la mano derecha. Por las facciones luce extranjero y más precisamente británico. Flaco, enjuto, encorvado, tal como lo describe Bernardo Frías a Joseph Redhead de acuerdo con la información que le dieron los viejos de Salta que lo conocieron.

El sujeto de marras dialoga con un paisano vestido de blanco, con poncho, que calza ojotas y lleva un sombrero de copa alta. Luego se aprecia un grupo de tres hombres, al parecer campesinos, vestidos como paisanos y sentados en el piso que posiblemente están compartiendo hojas de coca. Un poco más allá de los tres hombres camina una mujer portando un mantón de color marrón sobre un vestido blanco largo. Es una mujer blanca, camina de frente, trae la cabeza descubierta o a lo sumo con un pañuelo ligero. Por el mantón recuerda a las pinturas que se conservan de Macacha

 
Güemes. El cuadro humano lo cierran tres niños, uno de ellos al parecer negro, todos con sus sombreros, y regularmente vestidos. Gesticulan y conversan distraídamente. Los grupos humanos están divididos por una acequia que corre de oeste a este en la pendiente natural del valle. Corresponde a los antiguos tagaretes de Salta pero el dibujo es apenas una línea de arbustitos verdes. Hasta aquí todo demuestra que es una idealización de Besnes e Yrigoyen.

Las edificaciones tampoco representan la Salta decimonónica la cual está mucho mejor representada en el cuadro de Carlos Penuti de 1854. En la acuarela de Besnes e Yrigoyen se aprecia lo que podría ser una posta en la entrada de la ciudad, cerca de una pirca de piedra baja que rodea un espacio cuadrangular con abundante vegetación. Podría tratarse del Convento San Bernardo o bien de un camposanto.


Los edificios de la ciudad muestran una arquitectura que no condice con la de aquella Salta. Destacan seis campanarios altos que representan a seis iglesias diferentes. La que más se destacaba entonces era la de los jesuitas en la esquina suroeste de la actual plaza 9 de Julio en diagonal al Cabildo. Pero su arquitectura es inconfundible y no tiene nada que ver con la pintada en la acuarela. Los edificios tampoco son fieles al estilo colonial de Salta. Se ven muchos techos a dos aguas, grises, como los que se construyen con pizarras. Todos los edificios han sido dibujados con ventanas rectangulares estrechas y verticales que tampoco es el estilo de la ciudad. Se observan algunos edificios de tres o cuatro plantas de una extraña arquitectura. Pero más aún unos edificios tipo Partenón griegos.

Cuando se analizan los cuadros que Besnes e Yrigoyen pintó de la ciudad de Montevideo, se encuentra un gran parecido con teatros, edificios de gobierno, iglesias y casas de aquella ciudad. Todo lleva a pensar que alguien le llevó el boceto al pintor y litógrafo y que éste idealizó a la ciudad de Salta utilizando los elementos de arquitectura que tenía allí disponibles. Tal vez sea ese el motivo de que esta hermosa acuarela solo se haya reproducido en la obra de Bonifacio del Carril.

 
Y ahora fue usada como ilustración de tapa de mi nuevo libro "Salta: desde el fondo de los tiempos y de la historia. Ensayos sobre hechos notables, paisajes, viajeros y naturaleza" (Prólogos de José Paz Garzón y Martín Villagrán San Millán. Araoz Ediciones, 162 p., 2025).

El fondo del paisaje son cerros que en conjunto forman una sierra o cordón montañoso. Se diría que son las "Cordilleras del Poniente" como las llamaban los antiguos salteños. Pero están completamente desprovistos de hielo, cosa que no ocurría a mediados del siglo XIX.

Por el contrario, las cumbres montañosas estaban cubiertas por hielos ya que aún nos encontrábamos en la Pequeña Edad de Hielo (LIA) que duró en líneas generales desde 1550 a 1850. Los llamados "coyas hieleros" eran los encargados de ir con sus animales a las montañas del oeste para traer el hielo que se consumía en los mercados y casas de la ciudad. En síntesis, los mapas, pinturas y litografías de la Salta de antes son verdaderos tesoros para los actuales estudios urbanos, geológicos, paisajísticos y ambientales.

 

Fuente: El Tribuno

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