Qué necesita la minería argentina para destrabar proyectos por US$ 33.000 millones
Por Ignacio Ortiz
La industria minera vuelve a estar en la Argentina ante un escenario "único" en el que las señales externas por el proceso de transición energética global y las condiciones internas por un mejor incentivo a la inversión pueden destrabar un conjunto de proyectos y obras de infraestructura asociadas por unos US$ 33.000 millones hasta comienzos de la próxima década. Los grandes pórfidos de clase mundial de cobre y las mayores reservas de litio encabezan esa mirada alentadora, y en parte disimulan los otros desafíos que la gran minería tiene por delante en el caso del oro y la plata que, paradójicamente, atraviesan un declive productivo pese a los altos precios internacionales a niveles históricos.
Pero aún resta el empujón final, como analiza en esta entrevista con Forbes el presidente de la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM), Roberto Cacciola, al abordar un escenario promisorio, pero en el que se mezclan la estabilidad macro y jurídica, y la consolidación de las condiciones políticas que permiten acelerar más de medio centenar de proyectos en carpeta. La concreción de buena parte de ese portfolio permitiría llevar al sector hacia comienzos de la próxima década a triplicar las exportaciones mineras hasta los US$ 12.000 millones, incrementar la ocupación a 180.000 empleos y alcanzar US$ 3.000 millones anuales de inversión.
¿Se están generando las condiciones necesarias para que se dé la esperada nueva ola de grandes inversiones?
Sí. Se generaron las condiciones desde el punto de vista legal y económico, aunque no incluyo lo macro, donde todavía hay indefiniciones más allá del control, el manejo de las empresas en materia de importaciones o de pago de dividendos que todavía no se autoriza; no veo que sea un impedimento para tomar decisiones porque hay una luz. Sí veo que el lapso que pueden llegar a tomar las empresas para definir su inversión tiene que ver con que se consolide este proceso, o sea, que tengan la certeza de que Argentina no va a volver a situaciones a las que se pensó que no se iba a volver. Las decisiones en algunos casos van a pasar por saber si este Gobierno termina consolidando.
En un anticipado clima preelectoral, ¿ya se advierten definiciones importantes en los comicios de medio término del próximo año?
Sí, lo que van a esperar es que se consolide un cambio, porque no deja de ser un cambio cultural importante. El tema de las definiciones que ha tenido este Gobierno, por más que las hemos escuchado tenuemente en el pasado -equilibrio fiscal, evitar emitir, que el Banco Central no sea una caja de emisión-, son temas de cambios culturales. Hoy una parte importante de la población y del sistema económico ven que esos pilares no se pueden modificar; y esto estuvo en duda siempre. Se está instalando de una manera mucho más fuerte que en otro momento, donde el mensaje era el mismo, pero con menos vehemencia o convicción. Todos los actores económicos van a estar mirando si estas realmente ya son definiciones de política de Estado.
El Gobierno planteó, incluso desde la campaña, que las inversiones de infraestructura para cada sector deben salir del bolsillo privado. ¿Cómo ven ese escenario las empresas?
Comparto que el sector privado debería financiar la gran mayoría de las obras públicas y después cobrarse a partir de los peajes, como una definición genérica. Ahora, sí hay que atender determinadas situaciones donde el privado va a buscar hacer un negocio y puede haber lugares donde ese negocio no va a cumplir con los términos de repago esperado, entonces va a haber que buscar un equilibrio. Hoy la necesidad es que rápidamente se liciten rutas y autopistas para ser construidas o reparadas, pero hay que ser disruptivo, tener ideas nuevas sobre cómo financiar y cómo van a participar los interesados para después compensar también sus inversiones. No hay una receta única. Hay que dividir en aquello que va a ser económico para los privados y en aquello que no, pero vincularlo con un desarrollo regional, con una posibilidad de otros negocios en la interacción de los operadores mineros con la provincia, con los proveedores y buscar soluciones. El Gobierno nacional dijo que no se va a meter en la obra pública, pero desde el punto de vista de gestión no puede desentenderse porque hay que buscar las mejores alternativas para una demanda de obra que va a ser tan grande que debe darse en paralelo con la construcción de proyectos.
Además de la infraestructura, ¿se vienen otras crisis de crecimiento para la industria, como empleo y desarrollo de proveedores?
Hoy la minería tiene en la sociedad una mirada muy distinta y esto ha sido producto de la aparición tanto del litio como del cobre como alternativas para un mundo más limpio. Ahora, si queremos consolidar la imagen de la minería en forma permanente, tenemos que darles cabida a la mayoría de las provincias del país ante la magnitud del desarrollo de las obras que hay por delante. Los gobernadores de las provincias en las que están los proyectos van a querer primero atacar sus problemas de empleo, de desarrollo y proveedores locales, pero no alcanza un concepto provincial ni regional, sino que tiene que ser nacional porque hay provincias que no tienen minería metalífera, como Córdoba, Mendoza, Santa Fe o Buenos Aires, pero tienen un desarrollo de industria importante y están deseosos de formar parte del proceso, y eso va a hacer que esta imagen positiva que hay de la minería se consolide. Si no hay nada para el resto del país nos va a pasar como en Chubut, donde la costa está en contra de la minería porque le es indiferente que exista o no. Tenemos que ir a una consolidación de la actividad a nivel nacional.
Se están dando movimientos millonarios de titularidad en varios proyectos. ¿A qué responde?
Es algo normal en el mundo, no de todos los días, pero hay que analizarlo desde el punto de vista de por qué entran estos jugadores, y es porque quieren desarrollar los proyectos. Esto no quiere decir que quienes estaban antes no lo quisieron hacer, sino que las necesidades y las posibilidades de financiamiento son distintas. En las últimas décadas, las empresas demostraron que si las condiciones no están, no van a tener ningún problema en revertir su decisión. Esa confianza parcialmente volvió. En definitiva, están apostando a la Argentina, pero van a esperar a tener las condiciones lógicas para ir adelante. Si un gigante como BHP o Rio Tinto apuestan por nuevos proyectos es porque quieren desarrollarlos, pero no entran poniendo un montón de dinero para ver si después pueden hacer un negocio o no.
En particular para el litio, ¿la abrupta caída de los precios internacionales puso en riesgo algunos proyectos o se está proyectando una recuperación?
Va a haber una recuperación, aunque no es posible saber qué tan rápido. Haber tenido un precio pico de casi US$ 80.000 la tonelada de carbonato de litio respondió a una variedad de factores que hoy ya no están y hacen que a esos niveles el sector no sea sostenible. Hoy empiezan a revertirse tres puntos clave. Primero, con una utilidad astronómica entraron proyectos que en otras condiciones no serían económicos, lo que generó una oferta que el mercado no estaba preparado para recibir. Esa sobreoferta provocó que las empresas no tengan temor a quedarse sin stock y decidieron cubrir parte de su demanda con sus reservas acumuladas, disminuyendo la presión sobre los precios. Al mismo tiempo, las automotrices advirtieron que no se puede ir tan rápido en la transición hacia el auto eléctrico. Ahora, los que estaban entrando y no puedan producir a US$ 10.000 la tonelada salen del mercado y la oferta empieza a bajar. Segundo, se bajaron los stocks. Tercero, los planes de las automotrices continúan. Con todo esto, la suba de precios va a ocurrir y es esperable que en un no muy largo plazo haya un rebote. No creo que volvamos a esos precios extraordinarios y tampoco sería bueno.
¿Este vaivén del precio dejará proyectos en el camino?
El precio en US$ 10.000 no afecta a todos los proyectos argentinos porque los costos, a pesar de los problemas de competitividad que tenemos, son más bajos que en otros lugares donde la explotación es mucho más onerosa por la geología. Los proyectos que están en construcción siguen adelante y lo que puede pasar es que los planes de ampliación -eso lo vamos a saber en los próximos tiempos- los demoren, estén un poco a la expectativa y se concentren en mantener viva la operación que tienen hoy. No veo una caída en los programas de construcción, por lo menos no significativa.
¿Cuál es el futuro del oro y la plata en la Argentina?
Bien complicado. Cuando tenés una situación como la actual, donde a la vista no tenés ningún proyecto de magnitud que permita entrar en producción en 6 años para reemplazar lo que hoy está en declino, hay un problema. Si no lo tenemos hoy, seguramente nada va a ocurrir antes de 6 o 7 años, porque tiene que haber un proceso de exploración, de construcción y demás. En los proyectos maduros, la menor potencia de las vetas disminuye la calidad de producto y aumenta los costos. Ese es el panorama.
¿Qué se puede hacer?
Casi todos los proyectos maduros tienen propiedades cercanas o posibilidades de explorar mucho más en los lugares donde están a ver si encuentran algo que dé más vida útil para el día que no haya nada más, algo que lo reemplace y permita ganar tiempo. Pero no hay incentivo y eso es un contrasentido, porque no hay una exploración fuerte con un precio récord tanto del oro como de la plata porque nos castiga el pasado. Los accionistas no ven a Argentina para reinvertir y eligen otros destinos como Brasil, por ejemplo. Entonces, el RIGI está muy bien para los nuevos proyectos, pero se produjo una diferencia muy grande entre los proyectos maduros y que requieren algo para estimular la exploración, si no, no tenemos futuro.
¿El desarrollo incipiente de la minería en Mendoza es parte del efecto de una inédita aceptación social de la actividad en el país?
Sí, definitivamente. El Gobierno está muy decidido a ir adelante con la minería, tiene un soporte importante de gran parte de la población y del marco económico que no es minería, o sea, vuelvo a la licencia social ampliada. Hay mucho interés de toda la actividad industrial de Mendoza, que de hecho ya venía trabajando en minería con San Juan, pero el respaldo general que hay es importante porque no existía antes, aun manteniendo una ley antiminera. Estamos registrando porcentajes de aceptación del 60% o 70%, que es muy importante porque veníamos de una situación de desconocimiento que hacía fácil estar en contra de la minería, sobre todo si no se está cercano a un área donde se desarrolle un proyecto minero y la comunidad pueda ver los beneficios. Fue a partir de esta aparición fuerte tanto del litio como del cobre, pero hay que continuarlo.
Fuente: Forbesargentina.com