“En Pastos Grandes todo gira alrededor del pastoralismo”
En un primer acercamiento al trabajo etnográfico de Sebastián Abeledo en la Puna salteña (habrá otras notas para ahondar en sus estudios) queda al descubierto un mundo fascinante, único, de las poblaciones que habitan por esas latitudes. Las descripciones del doctor en Antropología sirven para dar contexto al auge de la minería en la zona andina de la provincia.
Abeledo es docente de la carrera de Antropología de la Facultad de Humanidades de la Unsa, de la materia Organización Social; director del Departamento de Investigación del Museo Regional Andino de San Antonio de los Cobres y forma parte de un proyecto de investigación del Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades (Icsoh).
La primera sorpresa, para quienes se adentran en el tema, es que en la actualidad la vida en los pueblos puneños no gira alrededor de la actividad minera, que es la principal empleadora, sino que, como ocurre desde hace siglos, se ordena a partir de la cría de ganado, según marcó el especialista en diálogo con El Tribuno.
¿Cómo llegaste a Santa Rosa de los Pastos Grandes?
En 2002, en el contexto de mi cursada de Antropología en la UBA, un profesor me invitó a conocer la Puna, para que pueda aprender y empezar a conocer a la gente que vive y habita ese lugar. En esa oportunidad fuimos a la Quebrada de Matancillas y en el contexto de las conversaciones, a partir de mi interés que siempre estuvo centrado y signado por la relación hombre- animal, un lugareño me marcó que si quería saber de animales que vaya a Santa Rosa de los Pastos Grandes, que ahí todos están con la hacienda, que es el modo como llaman al ganado. Y desde ahí empecé, en 2005, con mi primer trabajo de campo etnográfico sobre pastoralismo.
¿Es esa la actividad principal en Pastos Grandes?
Es innegable la centralidad que tiene en términos culturales, que se conoce bastante a partir de todos los registros etnográficos de toda la Puna y los Andes. Es innegable la centralidad que tiene en torno a lo económico, a pesar de que parece que me estoy contradiciendo cuando hablamos de que los ingresos monetarios vienen hoy de otro lado, porque muchas familias que continúan especializándose en la crianza de animales lo tienen como eje central de la vida. Todo gira alrededor del pastoralismo, ahí se organiza la vida social. No ocurre al revés con otras actividades. Y finalmente tiene un centralismo social, esa es una tesis que estoy empezando a comprender. En términos de cohesión social, la minería no propone unidades sociales tales como la familia, la familia extensa. Son cuestiones muy técnicas en términos antropológicos, pero se pueden explicar brevemente del siguiente modo: la minería propone al individuo como partícipe de la industria extractiva y lo trata como a un individuo, que le vende fuerza de trabajo a cambio de un salario; en cambio la ganadería gira en torno a una producción de ganado familiar. Uno cuando ve el ganado cree que es de una familia, pero tiene dueños individuales, muchos de los cuales no están habitando en la actualidad en esas localidades de la Puna, pero esas personas mantienen la propiedad del ganado y en algunos momentos puntuales del año, como las señaladas (cuando se marca al ganado), ese grupo social, esa familia, esa historia familiar vuelve a reunirse.
¿Quién maneja ese ganado?
Es una ocupación que está a cargo de la mujer. La mujer está culturalmente asociada al ganado. Mucha gente suele referenciar al ganado con el nombre de la mujer que está encargada del cuidado cotidiano de los animales, pero cuando uno se refiere a esos animales se refiere al dueño individual, más allá de la pastora y sus hijos que la ayudan o sus maridos, circunstancialmente. Esos animales tienen dueños individuales, que se reúnen para agradecer a esa mujer, para hacerle algún pago o para celebrar rituales muy puntuales. La minería no propone eso. Muchísima más importancia social y cultural, dejemos de lado la cuestión económica, tiene el pastoralismo que cualquier otro tipo de actividad.
Fuente: Pablo Ferrer / El Tribuno