"Hoy la minería no solo tiene que dar trabajo y dignidad, sino también buenas explicaciones"

Roberto Lencina es geólogo, profesor de la Universidad Nacional de Tucumán. Se especializó como mediador en conflictos relacionados a la actividad minera y desarrolló esa actividad a lo largo de 25 años.
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Esa experiencia lo transformó en un experto en la resolución de las frecuentes crisis que se entablan entre las compañías mineras y las comunidades próximas a los yacimientos. Lencina será uno de los panelistas en el ciclo "Hablemos de lo que viene" y en un adelanto de su ponencia, reflexionó sobre la disminución del nivel de conflictividad en Argentina relacionada con la minería y sugirió que puede deberse, en parte, a la necesidad de trabajo, lo que plantea el desafío de garantizar la sostenibilidad y transparencia de la actividad.

¿Cómo han evolucionado los conflictos sociales entre las comunidades y las empresas mineras en los últimos años?

He podido observar a lo largo de más 20 años que el inicio del siglo XXI se vio marcado por una serie de reclamos de la sociedad frente a conflictos socioambientales. Desde 2001 a 2003, en la sociedad se despertó algo que no supimos comprender. Bajo La Alumbrera comenzó su actividad en el año 1998 y en ese momento no estábamos preparados para dar repuesta a esos reclamos socioambientales. El sector minero era vulnerable en sus políticas de comunicación y transparencia. Esa etapa fue realmente muy complicada porque la minería estaba asociada directamente con muerte, destrucción, desastres ambientales; con un catálogo de cuestionamientos que se pudieron arreglar parcialmente con distintas incitativas, pero que no iniciaron un camino a una respuesta clara, corporativa de todos los sectores involucrados. La negativa era el único discurso que atravesaba a la comunidad frente a la actividad minera. Pero la misma sociedad se fue empoderando con más información. Empezó a preguntar y notamos que la calidad de los cuestionamientos era mucho mayor.

¿A qué se refiere con calidad de los cuestionamientos?

Las comunidades ya no asocian por ejemplo al litio con el cianuro; al litio con cielo abierto, como sí ocurría hace unos ocho años atrás. Quiero decir, las preguntas de la comunidad fueron cambiando, fueron mejorando y ese cambio, de los cuestionamientos generó nuevos desafíos a los equipos de relación comunitaria, a los equipos de comunicación de las empresas. Porque había nuevas preguntas, nuevas respuestas, nuevas políticas y nuevas actitudes. Entonces puedo ver marcadamente, una cambio social, especialmente en los lugares donde se desarrolla la actividad minera.

¿Cuáles son los reclamos que la sociedad le hace hoy a la minería?

Hoy la sociedad reclama mayor participación, capacidad de decisión, respuestas concretas a posibles impactos ambientales negativos de cada uno de los proyectos. Reclama mayor involucramiento y eso nos puede gustar o no, pero realmente marca un camino diferente. Marca un cambio en lo que significa la capacitación de los equipos de relacionamiento comunitario, de las políticas gubernamentales, del involucramiento del gobierno frente a esas preguntas, porque la comunidad entendió que muchas veces hay que preguntarle a los gobiernos y no a las empresas.

¿Cómo se aborda una situación de alta conflictividad frente a una comunidad que rechaza un proyecto minero?

Tiene varias aristas esa pregunta, una de ellas es, ¿por qué tenemos que cambiar esa visión? Si una comunidad se resiste a un proyecto minero con muy buenos argumentos y la empresa no puede dar fundamentos y buenas razones, ¿por qué tendríamos que cambiar la opinión de una comunidad que es responsable? Eso sería parte del debate y el análisis. Lo otro es considerar que hay actores externos; pueden haber personas de terceras partes involucradas con otros intereses que llevan los casos a niveles de altísima conflictividad. Algo que yo siempre digo en mis charlas es que yo no puedo dar recetas; nadie las tiene. Cada caso es absolutamente particular.

"Podemos estar en desacuerdo, tener conflictos permanentes, pero también tenemos herramientas, canales de diálogo, espacios para la discusión, el disenso y para el acuerdo".

¿Entonces cuál sería el camino ante un escenario de alta conflictividad?

Primero, entender que es probable que el conflicto no se resuelva. En segundo lugar, trazar escenarios para tratar de gestionar y que baje el nivel de conflictividad lentamente en la medida en que se pueda. De tal forma que se retome la herramienta fundamental de las relaciones, que es el diálogo. Si esto no es posible, voy a decir algo que puede resultar un poco poético, pero no lo es; es una herramienta concreta. Hay que aprender a escuchar; hay que dar el tiempo a las comunidades a que maduren el propio conflicto, tenemos que darnos tiempo para madurar el conflicto. Nos está faltando capacidad de escucha desde varios lugares, y esa capacidad pasa por un entrenamiento y por una cultura. Aprender a escuchar nos pone en una posición de humildad y la humildad es el fundamento y la base para poder construir relaciones sólidas y comprender la posición del otro. Y cuando digo del otro, digo del que no quiere que el proyecto se establezca y está muy molesto y enojado.

¿Piensa que todos los conflictos contra la minería son legítimos?

La actividad minera tiene que aprender a convivir con la diferencia. La minería no está presente en la vida cotidiana, entonces, ¿cómo manejar los conflictos? Reconociéndolos, reconociendo el verdadero origen del conflicto, o los orígenes iniciales. Reconociendo los intereses que están en el fondo del problema. Si yo no indago qué hay detrás, es como la comunidad silenciosa parada en una ruta. ¿Qué hay detrás de todo eso? Hay intereses genuinos, hay intereses no genuinos, ¿quiénes representan a ambos? Tengo que indagar y eso se hace con mucha paciencia, se teje hilo a hilo, se involucra uno en la comunidad, se conversa, se escucha, se mueve la casa, se madura eso, y se empieza a proponer un camino alternativo a ese escenario de conflicto.

¿Es solo una percepción o realmente el nivel de conflictividad con relación a la minería ha bajado en estos años en Argentina?

El nivel de conflictividad social con la minería en Argentina, afortunadamente, y gracias a Dios, nunca fue ni siquiera cercana a la de otros países en Latinoamérica, donde tienen que lamentar pérdidas de vidas. Eso es una gran cosa dentro de la Argentina. Ahí ya estamos marcando dos niveles de conflictividad totalmente diferentes. Tengo datos de los observatorios de conflictos ambientales, también de alguna consultora que hace encuestas relacionadas con la actividad minera. ¿Por qué bajó ese nivel de conflictividad? ¿O por qué tenemos la sensación que bajó? Bueno, creo que parte de eso es porque estamos madurando como sociedad. Aquí estamos empezando a hacer buenas preguntas, y tal vez están empezando a encontrar en las comunidades, mejores respuestas que antes.

¿Y puede ser que la actividad minera sea menos rechazada por la necesidad de trabajo y por las condiciones de vida con un 40% y 50% de pobres en el país?

Bueno, acá tendríamos que sentarnos a pensar si dar trabajo es una buena razón para aceptar la actividad minera, o si somos capaces, como parte del sector minero, de no solo dar trabajo y dar dignidad, sino también de dar buenas explicaciones, de poder garantizar acuerdos y garantizar sostenibilidad ambiental, y fundamentalmente construir. A mí me gusta decir construir presentes, para poder mirar el futuro y no pensar tanto en lo que viene o para qué es lo que viene, sino en hoy. Sí, tengo las mismas sensaciones, una percepción apoyada por datos, en algunos casos, pero es una pregunta muy interesante que desde mi punto de vista aún está abierta y tiene muchísimas áreas que deberíamos explorar.

Fuente: El Tribuno

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