"Hay que encontrar un punto medio entre exigencias ambientalistas y desarrollo productivo" sostuvo Daniel Schteingart

Schteingart nos cuenta sobre la perspectiva ambiental del programa Argentina Productiva 2030 que estará a su cargo: "Hay que encontrar un punto entre las exigencias ambientalistas y el prohibicionismo.
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Doctor en Sociología y encargado de poner en marcha el programa Argentina Productiva 2030, Daniel Schteingart habló con El Grito del Sur sobre ambientalismo, desarrollo y trabajo. "Ambiente y desarrollo es una falta antinomia", sentencia.

por Julian Monkes

Doctor en Sociología de la UNSAM y director del Centro de Estudios para la Producción (CEP-XXI) en el Ministerio de Desarrollo Productivo, Daniel Schteingart nos cuenta sobre la perspectiva ambiental del programa Argentina Productiva 2030 que estará a su cargo: “Hay que encontrar un punto entre las exigencias ambientalistas y el prohibicionismo”.

¿De qué se trata el plan Argentina Productiva 2030?

Este plan busca, de cara al 2030, la transformación de la estructura productiva con 7 objetivos: reducir la pobreza a la mitad; crear dos millones de puestos de trabajo registrados en el sector privado; crear 12 mil empresas por año; descentralizar la producción para lograr que el 70 por ciento de los puestos de trabajo se generen fuera del AMBA; reducir la desigualdad para llevar el Coeficiente de Gini a 0,38 (valor más bajo desde los 70’); reducir la brecha de género, para que la mitad de los trabajos sean ocupados por mujeres; y reducir el impacto ambiental para cumplir los compromisos del Acuerdo de París. La metodología para llegar a cumplir esos objetivos es la construcción de misiones, una idea que viene de la economista Mariana Mazzucato y que sirve para resolver los grandes desafíos motorizando el aparato productivo y tecnológico. Proponemos diez misiones, de las cuales nueve son industrializantes y una es la condición de posibilidad para todo lo anterior: duplicar las exportaciones. En la mayoría de esas misiones, lo ambiental es central.

La primera misión plantea el desarrollo de la economía verde. ¿A qué hace referencia y qué potencial ves para la misma en Argentina?

Necesitamos ir hacia una economía más sostenible en términos ambientales, pero ese camino tiene que darse con dos condiciones en simultáneo. Una es crear puestos de trabajo para que esa transición sea justa en términos sociales. Y lo otro es que tiene que ser sostenible macroeconómicamente: si rompo la macroeconomía no puedo generar ninguna política de conservación ambiental. Por cada punto que crece la economía, se crean 45 mil puestos de trabajo, 3 mil empresas y salen de la pobreza 300.000 personas. Pero cuando la economía crece, necesitamos divisas para poder importar todo lo que requiere esa industrialización. La forma más sostenible de hacerlo es mejorando las exportaciones. Entonces, ¿cómo lo hacemos? Fortaleciendo cadenas de valor que van a ser claves en la transición. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con la producción de hidrógeno nos va a dar muchas divisas, va a generar muchos puestos de trabajo en un sector nuevo y tiene un gran potencial federal, en particular en la Patagonia y asociado a la fuentes de energía eólica. Otro ejemplo es el desarrollo de proveedores industriales para energías renovables, más aún teniendo una empresa nacional capitalizada como IMPSA. Por último, también están el resto de las energías limpias -no estrictamente renovables- como la hidroeléctrica y la nuclear. Más allá de estas transformaciones en la dimensión productiva, también se impulsará una reconversión en la generación de electrodomésticos con mayor eficiencia energética y se dará un apoyo a la recuperación de materiales en el esquema de la economía circular, que no solo genera un beneficio ambiental sino que también trae muchos puestos de trabajo en la economía popular.

Más allá de ese punto particular, se ven varios ejes en los que se hace referencia al ambiente. ¿Cómo ves la cuestión ambiental atada a las producciones que suelen ser criticadas por el ambientalismo?

Los procesos productivos tienen que ir sistemáticamente reduciendo su impacto ambiental. Por ejemplo, hidrocarburos y minería, actividades criticadas por su impacto ambiental, han ido mejorando sus formas de producción. En cuanto al primero, obviamente seguís teniendo el problema de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero los impactos puntuales han bajado mucho: por ejemplo, se redujeron en un 93 por ciento los derrames en el transporte desde los años 60’, amén de que tenemos que seguir hasta que sea cero. Lo mismo vemos en la explotación de petróleo en el mar: hubo 17 grandes derrames en la historia y 14 de ellos se dieron antes de los 80’, lo cual toma más relevancia aún considerando que la extracción de este tipo de petróleo fue creciendo con el tiempo. Esto mismo pasa con la minería. En 25 años de minería a gran escala hubo un incidente grande que fue el derrame de Barrick Gold en Veladero. Esto generó inversiones en seguridad y muchas sanciones a la empresa. Me parece importante remarcar esto porque es imprescindible alertar sobre los problemas ambientales, pero si se dice que la “minería es muerte” se genera un alarmismo que es tanto falso como deshonesto. De acuerdo a la información disponible, nadie murió por minería a cielo abierto en nuestro país.

En este marco, ¿qué problemáticas ambientales considerás que quedan fuera de la agenda?

Hay problemáticas ambientales muy importantes, e incluso hay algunas de las que se habla poco. Por ejemplo, el plomo en sangre de los chicos y las chicas del Conurbano. Me gustaría que se hable más de cómo sanear el Riachuelo. A veces la agenda se va para un lado donde se exageran los impactos y se dejan de lado otras problemáticas que son mucho más peligrosas y cercanas. Más aún: esas temáticas ambientales que están en la agenda muchas veces se plantean en términos de saqueo, de ahí el nombre de extractivismo. En la minería, de cada 100 dólares que vende la empresa, 80 se quedan en el país que van a proveedores nacionales, impuestos nacionales y regalías provinciales. Si yo viera que solo dejan el 3%, contaminan todo y se la “llevan toda” obviamente también estaría en contra, pero si veo que dejan el 80, pagan los salarios más altos de la economía, tienen niveles muy altos de seguridad ambiental y bajos incidentes laborales, cambia la perspectiva de la minería. A todo esto se le suma que es una actividad fundamental para la generación de divisas. Junto con el agro, es de lo más superavitario en divisas en términos estructurales. En definitiva, no podes tachar todas las actividades exportadoras -hidrocarburos, minería y agro- porque el dólar se te va a la estratósfera, se licúan los salarios y no vamos a poder generar políticas ambientales. Ahora bien, el desafío es usar esa renta para invertir en la diversificación de sectores, en ciencia y tecnología de futuro y políticas ambientales para el desarrollo sostenible.

Por último, solés hablar de «desarrollismo ambientalista» como una forma de saltar la dicotomía ambiente-desarrollo. ¿Es ésta la representación de esa perspectiva o qué faltaría para eso?

Este plan se enmarca en el desarrollismo ambientalista o ecodesarrollismo. Busca la sustentabilidad ambiental, cuidando la macroeconomía y bajando la pobreza y la desigualdad. El viejo desarrollismo pone foco en generar empleo sin considerar el cuidado del ambiente. El ambientalismo que no tiene en cuenta el desarrollo tiene buenas intenciones pero no cierra con la gente adentro y, en la práctica, deja de ser ambientalista también. Porque con tantas demandas insatisfechas, el Estado va a tener pocos recursos para invertir en políticas ambientales. No es casualidad que sean los países desarrollados los que tienen más inversión en políticas ambientales. Por eso, se trata de una falsa antinomia: el ambientalismo sin desarrollo no podrá conservar el ambiente, y el desarrollo sin ambientalismo termina imposibilitando la producción ya que consume todos los recursos que necesito para ese proceso sin garantizar su sustentabilidad. El desarrollo sostenible -buenas condiciones de vida sostenidas indefinidamente- no existe hoy en día. La sostenibilidad ambiental no se ha logrado porque ningún país tiene emisiones netas cero. Estamos yendo para allá, pero ningún país con altos ingresos tiene hoy una baja huella ecológica. Ahora bien, esos países están en mejores condiciones que los países pobres para enfrentar los desafíos ambientales. Por eso, hay que encontrar un punto entre las exigencias ambientalistas y el prohibicionismo. Las presiones son muy importantes porque si no le estuvieran encima a las empresas y al Estado, muchos temas ambientales ni siquiera serían noticia; pero si se prohíben muchas de las actividades vamos a entrar en tensión con las necesidades de la reactivación del aparato productivo y la generación de puestos de trabajo.

Fuente: Elgritodelsur.com.ar

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