70% de las inversiones mineras están en el norte: ¿cuáles son los desafíos del sector?

La minería requiere asistentes de geología, técnicos de campo, electromecánicos, electricistas, especialistas en seguridad, ambiente y recursos humanos.
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Por Erica Ibarra, Gerente de la División Minería de Adecco Argentina

Cada 7 de mayo, Día de la Minería, el país vuelve a mirar hacia una de sus industrias más estratégicas. Con más del 70% de las inversiones mineras concentradas en las regiones de Cuyo y el norte argentino, esta actividad se consolida como motor económico de provincias como Salta, Jujuy, Catamarca, San Juan y Mendoza como principal promesa en desarrollo. El litio, el cobre, el oro y la plata protagonizan un escenario que promete un crecimiento sostenido. Pero detrás del impulso productivo, emergen desafíos estructurales que la industria ya no puede esquivar: inclusión, sostenibilidad, desarrollo de talento local y legitimidad social.

Uno de los principales desafíos tiene que ver con la brecha entre la demanda de perfiles técnicos y operativos, y la oferta real de talento en las comunidades cercanas. La minería requiere asistentes de geología, técnicos de campo, electromecánicos, electricistas, especialistas en seguridad, ambiente y recursos humanos. Sin embargo, muchas veces quienes habitan las zonas de influencia de los proyectos no logran acceder a estos empleos por falta de formación específica o por la ausencia de programas de articulación entre el sistema educativo y el mundo laboral.

A esto se suma un fenómeno persistente: la baja participación femenina en el sector. La minería sigue siendo, en gran parte, una industria masculinizada. Pero lentamente se abren caminos: mujeres que se forman en mantenimiento, en electromecánica, que acceden a puestos operativos y de liderazgo. El desafío ya no es solo técnico, sino cultural. Y la diversidad, lejos de ser una cuestión de imagen, se transforma en una necesidad concreta para equipos más eficientes y sostenibles.

Otro punto clave —y no exento de polémicas— es la sostenibilidad. El sector convive con una imagen social cargada de mitos y generalizaciones, especialmente en relación con el ambiente. La minería, como toda industria, tiene impacto. Pero también existen normativas estrictas, controles ambientales, auditorías, tecnología aplicada al monitoreo y protocolos que buscan reducir ese impacto al mínimo. Parte del trabajo pendiente es acercar esta información de manera clara y transparente a la comunidad. Desmitificar no es minimizar; es construir diálogo.

En ese sentido, el vínculo con las comunidades no puede pensarse como un anexo del negocio, sino como una condición para su desarrollo. Generar arraigo, construir confianza y ofrecer oportunidades de empleo genuinas a las personas del lugar no solo reduce tensiones sociales, sino que mejora la productividad y contribuye al cumplimiento de estándares internacionales. La minería que crece aislada es cada vez menos viable. La minería que dialoga, escucha y se adapta al territorio, es la que tiene futuro.

El norte concentra la mayoría de las inversiones, pero también muchas de las desigualdades históricas del país. Que la riqueza que se genera bajo tierra se traduzca en progreso en la superficie es un reto colectivo. En este Día de la Minería, más que celebrar, conviene reflexionar: el crecimiento no puede medirse solo en toneladas extraídas, sino en oportunidades sembradas.

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