Rutas angostas, falta de camiones y de choferes: un cuello de botella para la fiebre del litio
Silvia Naishtat
La Puna se ha convertido en sinónimo de litio y ese mineral une, al menos en la Argentina, un amplio territorio que va desde Jujuy a Catamarca. El mineral se extrae en otros lugares del mundo de una roca conocida como espumadero pero en la Puna emerge de una laguna y la distancia entre ambas procedencias se mide en dólares. Es mucho más económico el de nuestra región y es lo que explica lo que se ha dado en llamar la fiebre del litio que se vive también los vecinos Chile y Bolivia.
Los nuestros son lagos con mayor concentración de litio y potasio y con una baja cantidad de impurezas. Eso es provocado por el ingreso de manantiales hidrotermales que agregan litio al salar y al reservorio de salmuera.
Este mineral no sólo sirve para las baterías de los celulares y de los autos eléctricos. Acaban de descubrir un nuevo uso y es el de las baterías gigantescas que sirven de resguardo para que ciudades como Santiago de Chile se queden sin luz en tiempos de sequía o de precios de petróleo por las nubes.
Lo cierto es que con los compromisos frente al cambio climático falta litio en el mundo para las baterías y su precio lo refleja: cerca de US$ 70.000 la tonelada ahora con estimaciones que lo elevan a US$ 125.000 en poco tiempo. En paralelo se están desarrollando otras tecnologías para reemplazarlo. Su tiempo es ahora.
Pero así como Vaca Muerta depende de oleoductos o gasoductos para extraer su producción, el litio depende que haya rutas en buen estado, camiones con determinadas especificidades y choferes que sepan conducir en alturas de más de 4.000 metros. Ese es el cuello de botella.
Fernando Cedres, hijo de un camionero, que dedicó su vida al sistema de transporte, creó Hubbing una plataforma logística que con torres de control gestiona esas complejas operaciones. Así advierte dificultades al compás de la puesta en marcha de 12 proyectos de litio en simultáneo en una actividad como la minera con estrictos protocolos de seguridad en el transporte.
Desde Hubbing despachan por ejemplo 60 camiones mensuales llevando las geo membranas que fabrica Ipesa que son algo así como las piletas utilizadas en la explotación del litio. En Salta, a unos 1.300 kilómetros desde Buenos Aires, se hace un primer corte del viaje y de ahí van hacia las minas en un recorrido de 500 a 600 kilómetros entre ida y vuelta. Si hasta Salta los camiones van a 50 o 60 kilómetros por hora luego bajan a 20 kilómetros por hora.
“Faltan choferes profesionales, hay que saber conducir en altura, además del apto físico. Los camiones tienen especificidades técnicas y no abundan. Van escoltados por camionetas de las comunidades. A eso se agrega el clima con rutas que se cierran por la crecida de los ríos”, afirma al describir un tránsito que se intensifica entre los proveedores que llegan a las minas y el litio que sale a los puertos.
Cedres, que trabajó en el ingenio Tabacal y en el correo alemán DHL, asegura que se necesita un manejo inteligente de los flujos.
“Por cada camión que baja con el producto terminado, suben dos con insumos y surge el problema de la carga vacía con lo que implica en términos de costos”, asegura.
A su vez, el recorrido debe ser planificado ya que la carga con litio, que va envasado, es muy sensible y puede atraer impurezas de otras producciones.
Consultados en las provincias productoras sintetizan: “Son los problemas que plantea el crecimiento y les damos la bienvenida.
Fuente: Clarín